dilluns, 8 de febrer del 2010

I

El fuego crepitaba entre las ramas consumidas, apagándose cada vez más, hasta quedar reducido a un montón de cenizas. La habitación conservaba el espectral silencio que había permanecido durante largos minutos. Se escuchó el sorber de una taza de té. El niño esperaba impaciente a la continuación. Las leyendas perduran entre intervalos de tiempo. Se esconden en la memoria de las personas, preparadas para salir cuando uno menos se lo espera. Pueden resultar divertidas o trágicas, entretenimientos o cruciales. A veces se ven acompañadas de una breve enseñanza moral.

-¡Continúa por favor! .-pidió el chiquillo.
-Dale un respiro a tu abuelo, jovencito. No tengo los pulmones de antes.
-La leyenda, Bu, la leyenda.
-Te he dicho mil veces que no me llames Bu. Santa paciencia hay que tener. ¿Dónde me había quedado?
-¡En la parte más interesante, Abuelo! ¡La batalla, la batalla! ¡PUUUUM! .-el pequeño imitó entusiasmado el sonido de los cañones.

»El cielo vaticinaba malos augurios. Hay sabios que han muerto por no fijarse en ello y otros, que lo han hecho por prestarle demasiada atención. Las oscuras nubes representaban los negros pensamientos. El sol estaba prisionero, tras una capa densa de incertidumbre. A lo largo del escenario podía divisarse las inmensas hendiduras de la batalla. La guerra había empezado mucho tiempo atrás cuando, en los retorcidos engranajes de la mente de un niño, las piezas encajaron y decidió convertirse en pirata. Desde esos tiempos, lucha tras lucha, ambos combatientes habían sacado adelante su poder. Ahora, juntos, en una encarnizada cruzada donde iba a decidirse todo, no había tiempo para mirar atrás.

»De todos los sueños posibles, el suyo era el que quedaba más lejos de la comprensión humana. Había llevado a cabo muchas aventuras con desenlaces propios de cuentos de hadas. Se podría decir que su vida era más bien un conjunto de sucesos irreales unidos por la cadena de un mortal. Había perdido a sus compañeros y, tras largo viaje y duras heridas, estaba allí presente, preparado para dar su vida en pos de otra. Preparado para morir. Preparado para matar.

»La vejez comporta varios atributos como, por ejemplo, la sabiduría y la experiencia. Aquello no era más que otro de los capítulos de su vida. Había sufrido tantos como ése... Ahora se unía, junto con aliados y amigos, juntos con su familia e hijos, para rescatar a alguien. La bondad que no se dejaba ver entre el ceño fruncido se notaba en los gestos de desesperada ira. La serenidad que poblaba su barba se resquebrajaba en los músculos de sus brazos. No había forma de pararle. El gigante de tierra había dado rienda suelta a su odio.

»"¿Por qué? ¿Qué hacen ellos aquí? No quería que nadie viniera. No quería que nadie se preocupara. Que se marchen, mi destino está sellado. ¿Por qué insisten en dar su vida estúpidamente por mí? Deseo gritarles improperios, pero... ¿Qué es lo que siento? Estas ganas de llorar, gritar. Quiero la libertad, pero no la mía. Quiero su libertad. Gracias. Eso es, gratitud. Lo que siento. ¡Gracias!".

»Dicen que la existencia misma es efímera, así pues, no se debería malgastar. Entre las rocas y los destrozos, podía contemplarlo todo. Era una pesadilla. Veías vidas recién empezadas desvaneciéndose al son del dolor. Veías rostros congestionados por el pudor. Veías cómo dos bandos enfrentados por naturaleza batían sus fuerzas en una escaramuza que parecía no tener fin. Podías comprobar cómo, a cada paso que daba el contrario, el primer equipo le superaba. Estar allí en medio como espectador era mucho peor que luchar. Tus emociones se juntaban en una. El destino del mundo bajo una pelea apocalíptica. El veneno de la justicia corroía el espírituo de miles de vidas. Vidas. Vidas humanas. Vidas en juego. Nuestras vidas.

»-¡Basta! ¡Voy a salvarte! ¡ACE!.

»La voz quedó acallada por el son de cuerpos cayéndose al suelo.

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