dissabte, 30 de gener del 2010

Bestialidad

Pensando en arrancar cabezas y mutilar cuerpos. ¡Es gratis, no cuesta nada! Arff, y toda esa sangre... ¡Dios, es orgásmico!


No tienes ni idea de las ganas que tengo de verte suplicando a mis pies. Lloriquéame, no veas cómo me derrites. Dulcemente, cortar tu piel en tiras y sacar tus órganos. Y mantenerte vivo hasta el final. Tengo muchas cosas que contenerme. ¿Que no te amo? ¡Oh, vamos, mírame! Estoy loca por tus huesos. Quiero roerlos hasta que sólo sean polvo. Quiero lamerte, morderte, comerte. Quiero que formes parte de mi metabolismo.


Cae al suelo, grítame un poco más. Enfádate, pégame, maltrátame. Crees que no puedo aguantarlo, pero más que eso, me dan ganas de follarte. ¿Crees que soy muy directa? Ven hacia la cama, que de esta noche no pasas. Quiero amarte como si no fuera a haber mañana. Quiero destrozarte de puro placer. Quiero que me grites "basta". Vas a pasarlo bien pequeño, pero te haré sufrir. Oh, dios, no aguanto más.


[Plof]

Oh, vaya. Qué bestia <3

divendres, 29 de gener del 2010

Encarcelado entre papeles

La verdad es siempre certera. Nos enreda en un remolino de confusos sucesos. Aunque se intente esconder tras una capa de indiferencia y mentiras, sigue allí. Sabe cuáles son tu puntos débiles y tus puntos fuertes. Sabe cómo dañarte y cómo hacerte feliz. En un suspiro, la espiral de tu existencia sufre un giro que te pone cabeza abajo. Cuando crees que empiezas a entender, poco a poco, tu vida y que finalmente sabes cómo manejarlo, todo cambia hacia peor. Podríamos hacer una ley, como bien dictada está ya, que dijera: Si algo puede ir mal, saldrá peor. Pero todo en este mundo no es malo, sucio y rastrero. No todo tiene por qué ser tan pesimista. Las cosas más bonitas, las que resplandecen, se ven ocultas entre girones de sonrisas esparcidas por el mundo.

Intentas capturar las ideas entre papeles. Las escribes, custodiándolas entre puntos, comas y demás signos de interrogación. Las encajonas en su cárcel de cubiertas de cuero y polvo. Les pones hasta un candado con tu nombre que indica que eres su dueño. Y en realidad, no has inventado nada. No eres dueño de tu realidad ni de la que escribes. Te limitas a ver lo que hay y plasmarlo, y muchas veces, erróneamente. Siempre hay un límite que se ve sobrepasado, por un motivo u otro, hacia mal. Aunque la naturaleza humana ya es equivocada de por sí.

dimecres, 27 de gener del 2010

Te amo, y es todo cuanto tengo que decir.

Carta.

Querido desamor:

Poco a poco vi cómo ibas alejándote. Al principio sólo era una mera preocupación, producto del estrés rutinario. Luego se fue intensificando, como una sombra que se cierne sobre su objetivo. Al final ha resultado ser un problema, y de los graves. Siempre pensé que nuestro amor sería eterno, puesto que no veía más allá de las barreras de tu piel. Siento haber sido egoísta, aún más, siento haberte amado. Fuíste, eres y serás todo para mí. Tenlo presente, ahora y siempre. Y, por favor, por encima de todo. No me olvides.

Estoy segura de que seguiré aquí por mucho tiempo. Tus gestos, cada vez más desdeñosos, me han provocado profundas heridas que tardarán en sanar. Tu corazón se ha podrido detrás de los amoríos falsos de verano. Un beso, una noche loca, un día de sexo, un momento de placer. Todo eso ha nublado tu verdadera esencia. Recuerdo tus caricias dulces sobre mi cuerpo. Recuerdo tus besos tiernos sobre mis labios. Recuerdo tus susurros amables sobre mis orejas. Recuerdo tu cariño sobre mi persona. Quizá ya desapareciste, quizá ya no volverás. Quiero que sepas que no siento ningún rencor hacia ti. No va a ser la primera persona que me haga esto.

Si te dijera que te amo, ¿me creerías? Mi vida, las locuras a las que te conduce la senda del amor. Si tuviera que esocger una estación del año, escogería el otoño. Tengo ganas de llegar a la primavera y verte renacer. Como un fénix. Como la flor que has sido.

Te repetiré mi magia, mis únicas dos palabras que jamás cambiarán para ti:

Te amo.

Manada

El sol serpenteaba entre las colinas circundantes. Se derramaba sobre el extenso valle, como un enorme embalse lumínico. Barría lentamente los despojos de nubes que lidiaban por proyectar su sombra. Los pájaros disfrutaban de los primeros rayos, genuinos en su esplendor, batiendo sus alas sobre el verde esperanza. El río partía la llanura en dos, dejando un estrecho paso entre las montañas. Los brazos del astro rey arrancaban destellos de la superficie calmada del agua. La vida se iniciaba rutinariamente en el bucólico prado. Las flores intentaban mostrar los vívidos colores que eran atacados por el frío. Poco a poco, el invierno iba quedándose atrás, hasta que sólo sería un retazo blanco en medio del cielo azul.

La claridad del día despertó a todos los habitantes del lugar. Las comadrejas y demás pequeños rodeores salían de sus madrigueras para disfrutar de la mañana. Los gorriones cantores alzaban cantos de amanecer. El viento mecía muy suavemente los árboles. La manada regresaba de una noche dura a la crudeza del día. Hacía varios días que sus hocicos no se acercaban a la comida. El pelaje espeso, preparado para el frío, comenzaba a desprenderse. Esperaban tiempos mejores, con la llegada de la nueva estación. Su mayor preocupación iba a ser sobrevivir al día de hoy. Cada paso que daban era un jadeo de sus enclenques cuerpos debilitados por el hambre. Aún así, el poder se veía en sus cabezas erguidas, sus manchados colmillos y sus afiladas garras. Todavía les quedaban fuerzas para una pelea más.

La Manada había vivido siempre en esa parcela de tierra. En las estaciones más crueles, se movían hacia zonas de caza más fácil, aunque nunca era suficiente. Habían aprendido a sobrevivir en un entorno hostil, donde luchar por no morir era el pan de cada día. No era una manada cualquiera, quizá no de las más fuertes y numerosas, pero lo suficiente potente como para defenderse sin problemas. Dos años atrás, la pareja alfa veterana fue sustituída por otra más joven. Ahora, durante el invierno, la anterior pareja murió. Los jóvenes habían asumido la responsabilidad de mantener la manada a salvo, y así lo hacían.

En los tiempos de escasez que corrían, cada presa era importante. Se sentían debilitados por el hambre, pero debían partir. La hembra alfa adelantó la Manada y se posicionó a la misma altura que el macho. Reconoció en él el cachorro asustadizo que había sido, ahora transformado por las heridas de la vida. Lamió su hocico en gesto cariñoso. El macho la miró, sin comprender bien la situación. En un asentimiento de cabeza, ambos elevaron el aullido que indicaba el comienzo de la caza.

dimarts, 26 de gener del 2010

Carta de amor.

Querido amor:

Las declaraciones de intenciones nunca se me han dado bien. Era una persona más bien tímida, encerrada en mí misma. Tantas veces perdí ocasión de sentir tu piel sobre la mía. El hecho de que ahora haya tomado valor para decirte cuánto, cómo, qué te quiero es dado a la espera. El tiempo se ha suicidado. Creo que todos los segundos perdidos en el rubor de mis mejillas han sido desperdiciados. Tomé una dura decisión, producto del miedo a perderte. No sé si vas a entenderme. La escritura tampoco ha sido nunca lo mío, pero necesito intentarlo. Necesito liberarme, contarte, narrarte. Necesito ver tu cara otra vez más.

Si en otras circunstancias te hubiera dicho que estaba enamorada de ti, ¿me hubieras creído? Creo que no. Pero aún así, déjame decirte que eres esencial en mi oscuro corazón. Tu dulzura se fue colando entre las cicatrices de dolores pasados. Poco a poco, mi mente se acomodó a tus manos. Mi cuerpo se hizo más blando, para servirte de almohada. Dejé de ser yo, para convertirme en nosotros. Dejé de sentirme para sentirte. Dejé de hablar para escucharte. Dejé de pensar para verte. Nunca antes había sentido algo tan profundo, tan insondable. Veía dentro de un túnel oscura, en la lejanía de los latidos de mi corazón, la tenue luz del amor. Intensificada por tu sonrisa cálida. Personificada por tu piel pálida. Cubierta por tu sentimiento áureo. Rebosante de tu argénteo cariño. Tanto anhelé esos labios que ahora susurran lejos.

Espero aún cada noche el último adiós para volver a saludarte. Mi mayor miedo es dejar de oír tu calmada respiración. Mi peor pesadilla es un mundo sin ti. Podría estar horas diciéndote cómo, cuánto y qué te quiero. Podría regalarte un mundo, un cielo, un mar, la luna, las estrellas y el universo. Podría darte mi corazón. Con dos palabras, claras y sencillas, espero seducirte:

Te amo


Tu dulce loba.

Comportamiento humano.

Se pone en pie y se sacude. El hambre ha llegado, como una flecha justiciera, y ha atravesado su estómago. Está preparado. Mueve la cabeza a izquierda y derecha, comprobando la perspectiva de seguridad. Decide ponerse en marcha. El tiempo corre, despacio, entre las figuras ajenas a la desgracia. En otra parte, muy alejada, la manada se ha dispersado. La primavera incipiente se deja notar en el verde claro de las primeras hojas. Olfatea el aire indeciso, muchas son las sendas que puede tomar. Tiene claro el objetivo, mas no la forma de llegar. Se decide por ir entre ramas y tierra, escondido. No teme, no sufre. Está seguro de sí mismo. Da un paso, sigiloso. Repite la operación otras cuatro veces y espera. No ha pasado nada, ningún movimiento. Sigue avanzando, cada vez con más firmeza. Los demás seres desaparecen tras una cortina de miedo. Nadie debe interponerse entre sus pasos y el suelo. Sigue adelante, con la idea de la caza en la cabeza. Baja la cabeza a ras del suelo y huele. Ha encontrado un rastro interesante. Un ruído hace que levante las puntiagudas orejas. Se agazapa, encorva su cuerpo en posición de ataque. Tensa los músculos, expectante del desenlace. Su futura captura se estremece, ha notado la carga del ambiente. La inmisericordia de esos ojos ambarinos perfora la silueta del cervatillo. Al fin ha encontrado su presa y no piensa dejarla escapar.

divendres, 22 de gener del 2010

Indigencia.

-¡Maaaaa! Maaaaamáaaaaa... ¡ñaaaaam! ¡Maaaa, hambree! -lloriqueaba el niño.
-Ya vaa, ya va, mi niño -contestó la madre, con una monótona voz que denotaba cansancio.

Siempre es dicho que la pobreza es muy difícil de soportar. Bien, generalizar es malo. Hay gente, extraña, loca o inconsciente, que escoge este camino. Si todas las personas que viven en la miseria fueran de esta clase, entonces no habría nada de qué preocuparse. Tienen libertad para tirar sus vidas, sí así lo quieren. Tienen la capacidad de pensar y, más importante aún, la oportunidad de elegir. Lástima que la vida no es tan sencilla como para establecer términos globales. Lo cierto es que la mayoría de idigentes no lo son por gusto. Ves a diario personas que piden dinero, que buscan en cubos de basura y que no desperdiciarían ni una peladura de plátano. Ni te fijas en ellos, claro, pues no es tu problema. Error de sociedad, error de persona.

Ella no era una electora, si así los podemos llamar. Se había visto envuelta en una serie de desgracias que la trajeron a un mundo para el que no estaba preparada. Empezó maldiciéndose, cuando aún podía mantener la dignidad. Se deprimió, cuando la suciedad comenzaba a acumularse en sus mejillas. Se autocompadeció cuando la ropa le caía de su cuerpo magullado. Se vio obligada a luchar cuando su hijo nació. Tuvo un parto complicado, ya que para una mujer desnutrida tal esfuerzo es siempre demasiado, pero sobrevivió. Una familia, generosa y hospitalaria, la llevó al centro médico. Quedan pocas así. Cuando pudieron salir del hospital, madre e hija recibieron regalos, comida y ropa, para unas semanas. Pero los recursos no son infinitos y todo, incluso la esperanza, se acaba gastando y desapareciendo.

Obligada a vivir en miseria, pobreza, indigencia. Vagabunda de destinos inciertos. Ahora resistía los golpes como podía, luchando por alimentar una boca que nunca decía «basta». Buscando entre cubos de basura los restos de comida que gente como la que ella había sido antes, desperdiciaba. Rastreando ropas rotas y maderos podridos que poder vender. Sintiendo el peso de quien no tiene casa a la que volver ni hombro en el que apoyarse. Qué duro, ¿no?

-¡Maaaa! -comenzó a llorar de nuevo el niño- ¡Hambree! ¡Hambreeee! ¡Mamááááá!
-Ya pasó, sí, ya pasó...

Las lágrimas, silenciosas asesinas de la calma, recorrieron sus mejillas. Si te hubieras fijado, habrías visto el gesto de demacrada desesperación en su cara. Si te hubieras quedado quieto, habrías oído la respiración alterada del pánico. Si hubieras puesto atención, habrías notado el agotamiento de sus músculos. Si hubieras querido, habrías visto la rendición en sus ojos. Pero claro, no es tu problema. Pasaste por allí, sin poder ni querer hacer nada. No es tu vida, ¿no?

Hambre. Pero de indiferencia. Al fin y al cabo, hambre.

dissabte, 16 de gener del 2010

-Sí, señor.

-¿Qué es ese cosquilleo que se siente en el estómago cuando estás con alguien? Es como... una molestia pero muy agradable. Un sentimiento de no querer dejar marchar a esa persona. Sí, mariposas en la barriga.
-¿Ah? ¿Te refieres al amor?
-Sí, amor...
-¿Los robots podéis sentir eso?
-No, supongo que no.

Quizá en otras circunstancias de mi vida habría pensado que sí, que los autómatas podíamos conocer el "amor". Por el momento, me limité a callar y obedecer. La única regla que aceptaba mi computadora era "No dañar humanos". Y así lo hacía. Era como una madre y un padre a la vez. Sentía cariño por toda la gente, aunque no sé si "cariño" es la palabra ideal. Simplemente, era mi trabajo y lo hacía. Sólo servía órdenes que procedencia incierta. No solía plantearme qué sentía y que no. Claro, pues los robots somos hierro y cables.

-Oye...
-¿Sí?
-¿Qué es el amor?
-Deberías saberlo. ¿No venías equipado con un diccionario virtual o no sé qué?
-Quiero una definición humana, no científica.
-Pues el amor es... ¡jajajaja!
-¿El amor es gracioso?
-No lo entiendes, porque no puedes. Anda, vete a cortar el césped.
-Sí, señor...

dijous, 14 de gener del 2010

Yo

Solía sentarme frente al ordenador y esperar a que la inspiración llegara por sus propios medios. No tenía nunca prisa, aunque tampoco me gustaba esperar. Simplemente, me posaba frente a la pantalla, con los ojos cerrados, hasta que me urgía la necesidad de escribir. Así es como saqué de mis mejores libros y así fue como conseguí todos los problemas. Cuando era pequeño no llegué a imaginar que sería escritor. Mi sueño siempre había sido ser bombero. Si esto fuera una bonita película donde uno aprende a superar los distintos obstáculos de la vida, se hace fuerte y al final vive feliz, diría que pasó algo que me hizo cambiar de idea. Pero no fue así, en realidad no llegó a ocurrir nada. Cuando fui creciendo, vi que mi sueño no era más que una tontería idealizada por los tópicos con los que crecemos. Llegó a parecerme superficial.

Estoy contando mi vida, de nuevo, esperando frente a la computadora. ¿Por qué? Eso de las autobiografías me parece igualmente banal. Mi existencia no ha sido demasiado sustancial. Aún así, redactaré lo que crea más importante de ella. No me queda claro el motivo, ni tan siquiera sé si llegaré a acabar este escrito, pero es mi profesión.

Sí, los agradecimientos. En ninguna de mis publicaciones he puesto. Siempre he estado enfrentado a los típicos tópicos, y esas páginas donde agradeces a un montón de personas que dices querer de sincero corazón, donde das las gracias a aquellas que te leen y aquellas que te han ayudado a publicar tus palabras. Que lea mi libro quien quiera, que lo publique quien quiera, que hagan con todo lo que les venga en gana. No obligo a nadie. Sin embargo, para conservar la tradición siempre añadía este mismo apartado. Una hoja completa, con un título que rezaba “AGRADECIMIENTOS” y una sencilla palabra escrita debajo: Gracias. Con la belleza de ese vocablo, ¿por qué añadir más? Ahora será menos. No pondré título, pues no espero que nadie llegue a leer esto. Aún así:



Gracias.

dilluns, 11 de gener del 2010

¿A quién pretendes engañar?

¿A quién pretendes engañar?

1.- Andar con paso inseguro.
2.- Decisión de parecer indeciso.
3.- Falsa amistad.
4.- Confianza ciega de estupidez.
5.- Bipolaridad y cambios de postura.
6.- Hipocresía.
7.- Victimismo y poder.
8.- Dominio.
9.- Superioridad.
10.- Mortal.

Ni idea de qué te hablo, ¿cierto? Ahora me miras, con un gesto incrédula, preguntándote por qué estoy aquí. Revisas tu alrededor, remueves tus pensamientos, buscas una razón que explique mi comportamiento. Te hablo de sentimientos y no entiendes nada. Te hablo de situaciones y no recuerdas nada. Te hablo de personas y no conoces nada. Te hablo de mí y no sabes quién soy. El llanto no te hace reaccionar y el miedo no es más que una emoción olvidada tras años de tranquilidad. Si te soltaran ahora mismo en medio de la oscuridad, seguramente no verías jamás un nuevo amanecer. Lo dominas todo, no osbtante, por tu bien creída superioridad. Haces lo que quieres con la gente, pues ésta se deja. Los tratas como si fueran muñecos, pues es así como los ves. Los juramentos que hiciste no se han cunplido. Las palabras que has dictado no se han borrado. Aún así, tienes el suficiente orgullo para levantar cabeza y mirar a todos por encima del hombro. Desde tu punto de vista no has hecho nada malo ni equivocado.

SI tuviera que descibrirte, diría que eres una hiena. Pues los animales no tienen la culpa y no los asemejaré con tal espécimen. Te diré lo que mereces, personita, desprecio. Una buena tunda de hostias que te recuerde que aquí no sólo vives tú. Una buena paliza que te haga pensar en que compartes esto con más gente.

•Pasos a seguir:

1.- Escoger a la presa con cuidado.
2.- Observarla.
3.- Acercarse con falsa amistad.
4.- Hacer que confíe en ti.
5.- Aferrarte a ella.
6.- Sacarle todo lo bueno que puedas.
7.- Cuando te canses, buscar el punto crítico.
8.- Herirla donde más duela.
9.- Dejarla inválida.
10.- Desaparecer.

Y con el simple gesto de un chasquido de dedos. Ya está, todo hecho. Destrozar vidas humanas es fácil, ¿verdad? Creo que voy a probarla con la tuya. Si te llamo a ti personalmente y me estoy dirigiendo a tu persona, es en nombre de todas las que os dedicáis jugar. Quizá si te recordara tus palabras...
..."Te amo"
Y pronto ya lo has olvidad todo. Los sentimientos juegan un papel importante en esta partida. No está todo perdido, pero nada ganado. A partes iguales, debatimos un mal y un bien. La estupidez de tu ser ha mancillado la única brizna de sensatez que quedaba en mí. Así como tú, millones. ¿Crees estúpidas mis palabras? Ok, yo también.

Si me preguntas por qué, mírate los pies. Si me preguntas cómo, mírate las manos. Si me preguntas quién, mírate delante de un espejo. ¿Qué ves en ti misma? ¿Y en mí? ¿Un amigo o una presa? Si me preguntas cuándo, mira tu agenda. Tus culpas se ven reflejadas en los actos de los demás. Lo has destruído todo y por eso, tendrás un premio. ¿No quieres recogerlo?

Ven aquí, que voy a darte mis alas cortadas. Ven aquí, te entregaré mi alma firmada en un papel. Ah, ¿que no tienes suficiente? Bien, entonces será mejor que me arranque el corazón.

¿A quién pretendes engañar? Arácnido.

dijous, 7 de gener del 2010

Odio.

Es como una caja, un sitio estrecho, cerrado y oscuro. No se ve claramente, de hecho, si te fijas mucho lo único que llegas a notar es una ondulación en el aire. Actúa como un campo de fuerza, pero no es protector, es una jaula. Te atrapa y te mantiene captivo. Si intentas salir, sientes remordimientos. Es extraño: enfrenta el bien y el mal en ti. Sacas una mano, sólo para probar, y el aire escapa de tus pulmones. Te sientes confuso, pero vuelves a intentarlo. Cuanto más veces lo haces, peor te encuentras. Tu cuerpo se va entumeciendo, sumido en un especie de sopor. Tu alrededor se vuelve oscuro, diluído, difuso. No reconoces bien las personas que cada día te saludan, te hablan, están contigo. Creas en tu jaula un mundo individual, compuesto de sombras, tramas y caos. Crees que alguna vez has estado entre los demás, pero no lo recuerdas con claridad. Por más que lo intentes, no puedes meterte entre ellos. Por muchos celos, envidia, dolor y agonía que sientas; por mucho que te quejes e intentes solucionarlo, nada cambiará tu posición. Has sido escogido, desafortunadamente, para vivir solo.

Ah, ¿que todavía no sabes a qué me refiero? Te hablo sobre el odio, querido.
No tienes ni idea. Que a pesar de todo el dolor y la cortina de amargura, te sigo amando. Y tú, en la plenitud de la inconsciencia, sigues intentando matarme. ¿Continuarás así durante mucho rato? Lo digo porque, si es afirmativa la respuesta, creo que cancelaré mi cita con la vida. Tu ignorancia me pone enferma, no sabes nada, no conoces nada, no me quieres. Y todo lo que puedas hacer será inútil porque la ilusión de ayudarme ya se perdió. Y todo lo que intentes no servirá en absoluto, porque mi corazón ya murió entre las manos equivocadas. Dime por qué no lo ves. Dime por qué insistes en marcharte. ¿Acaso aquí no tienes lo que quieres? Dime qué, cuándo, cómo, dónde y por qué. Dímelo todo, susúrramelo a la oreja. Murmúrame palabras tranquilizadoras que calmarían a la más fiera de las bestias. Domestícame con amor. Por favor, deja los pinchos, los cuchillos y los golpes. Quiero esos besos, las caricias y abrazos de antaño. Te lo suplico, si pudieras verme, de rodillas. Sólo busco aquel último saludo. Que no tienes ni idea, no sabes nada. No vas a conocerlo ni te darás cuenta. Ayúdame, sólo ahora. Tiéndeme la mano y te devolveré el favor. Necesito algo que me aguante. Por favor...
¿Que no te das cuenta? Que a pesar de todo el dolor, la cortina de amargura y las lágrimas que ya no regresarán, te sigo amando. ¿Que no está claro?

dimecres, 6 de gener del 2010

Porque sí.

Donde las dan las toman, querida, y poseer corazones humanos es muy difícil. Si crees que viven en un mundo de ensueño, despierta y enfréntate a la cruda realidad. Porque cuantas más palabras dulces dediques, más agrias recibirás. Y porque cuantas más caricias pretendas dar, más golpes sufrirás. Así es la vida, preciosa. Recuerda que no pisas tierra gratis y que el precio de respirar es bastante alto. Ya sabes: o mueres o luchas. ¿Qué prefieres? Porque es así, no intentes escapar. Porque sí.

Dibujos musicales

Me siento delante del piano y respiro hondo. Tengo que tocar delante de un tribunal que escogerá mi futuro. Pueden elegirme como alumna u obligarme a intentarlo otro año. Mi destino como compositora será decidido por tres personas ajenas a mí. Cierro los ojos, pues la concentración es esencial. Recuerdo todos los consejos que me han dado "La música fluye de tus dedos, haz que tus emociones se transmitan del mismo modo. Piensa en la melodía, dibújala con las teclas, perfílala con el sonido de las cuerdas". Los nervios quieren que me equivoque, me tiemblan las piernas y el sudor resbala por mis manos. Las coloco con suavidad encima del teclado, abro los ojos y preparo la entrada de la música. El romanticismo brota de la tapa abierta del piano cuando los primeros martillos golpean las cuerdas. Hago caso de las recomendaciones y comienzo a imaginar un paisaje de color "tonalidad menor". Las nubes han tapado un prado verde y la lluvia moja las piedras. Un error hace que se vean dos arbustos muertos y decoloridos. No me desanimo. Intento que salga el sol, que se alza imponente apartando el gris del cielo. La canción pasa a una tonalidad mayor y las flores se abren. Sonrío hacia mí, complacida del dibujo. La parte rápida es representada por dos conejos asustadizos cruzando el prado. Sigo con la canción y con ella aparecen más motivos: puente, río, árboles, pájaros, mariposa, lobo, naturaleza en su esencia pura. La historia no tiene ningún sentido y, sin embargo, crea un mundo de irrealidad asombrosamente hermosa. El final se deja entrever cuando una pareja aparece a la puesta del sol. El chico besa a la chica con dulzura, mientras los últimos rayos desaparecen tras un horizonte de incierta ubicación. Todo queda oscuro, la canción va a acabar. Cuatro notas faltan, representadas por silenciosas lágrimas que bajan por mis mejillas. La melodía ha fluído de la cabeza a los dedos, de los dedos al teclado, del teclado a las cuerdas, de las cuerdas al ambiente. Dejo las manos un momento más sobre el piano, inspiro y espiro para calmarme. Al cabo de unos segundos, me levanto y miro cómo el tribunal permanece callado. Se levantan de sus sillas y aplauden, conmocionados por la belleza de la canción. Me enjuago las lágrimas y mi corazón va calmándose poco a poco.

El tiempo que tengo que esperar lo paso pensando sobre la melodía que dibujé. No puedo acordarme de todos los detalles, pero tengo conciencia de que olvidé mi alrededor cuando tocaba. No puedo evitar volver a sonreír entre lágrimas. Todo un camino de profesional está en la mano de esas tres personas que han escuchado mi dibujo. Aunque los nervios no me atenazan como antes, aún me siento intraquila. Finalmente, el portavoz del tribunal me llama. Por más que intento decirme que aún no he aprobado, que aún la decisión no está tomada, me es imposible apagar el chispazo de esperanza que se dibujó a la par que la melodía. El hombre carraspea y me da la peor noticia, acompañada de un "lo siento" y un "inténtalo de nuevo el próximo año.

Ahora viene un período incierto del día. Sé que he hecho cosas, pero no las recuerdo con claridad. De lo más que consigo acordarme es de unas gotitas sobre mis ojos, sentimiento de injusticia y un dibujo roto. La llama de la esperanza se había apagado como un fuego consumido por la lluvia. Al llegar a casa, no quiero hablar con mi familia. Me siento inmediatamente delante del piano. No abro ninguna de las partituras, pues lo que quiero tocar no está escrito. Deslizo mis dedos sobre las teclas y dejo que mil pensamientos se unan en una dulce melodía que inunda todos mis sentidos. No sé cuánto tiempo paso improvisando. Termino la canción en tono menor, que significa nostalgia y tristeza. Suspiro y oigo un ruído tras de mí. Alcanzo a ver a mi madre llorando, sentada en el suelo, antes de tirarme sobre ella para ayudarla a respirar. ¿Que habrá oído?

diumenge, 3 de gener del 2010

Ignorancia camuflada de olvido

¿Sabes? El amor me lleva muchos recuerdos. No me refiero al cariño que se siente hacia una persona cuando le dices "te quiero", sino a lo que sientes de los demás. Me explicaré: cuando ves por la calle una pareja que se cogen de la mano, tomando un helado y riendo, eso me recuerda muchas cosas. Cuando leo algún texto romántico, dedicación de alguna chica "enamorada", y oigo la palabra "amor" retumbando en mi mente, creo que llego a sentir algo. Los psicólogos lo habrían nombrado "nostalgia" o "añoranza". Yo, simplemente, lo llamé "tristeza". Esas palabras que sonaban tan gélidas en mis labios podían transportar la piedra de mi corazón hacia un pasado casi olvidado.

-¡Te quiero mucho! -gritaba alguien. Quizá fuera yo, nuestras voces se parecían.
-Eres mi luna del día...
-¿Cómo? Menudo apodo más raro.
-¡Ven aquí y verás!

Los pensamientos se cortaban, parados por un dolor muy intenso. Indagar en lo olvidado siempre conlleva riesgos. Sí, ahora lo recuerdo. Yo tuve una de esas parejas a quien no tienes miedo de decirle que la quieres, porque sabes que ella te corresponderá. ¿Por qué se marchó? Ahora el mundo es pálido tras una capa de borrosas imágenes. Intenté darle la culpa a multitud de hechos, cada uno con un nombre distinto. Me escondí tras los pliegues de la ignorancia y no quise volver a salir. No veía más rostro que el de la soledad. Como una montaña de nieve que cae por la fuerza de un alud, nuestra relación se vio envuelta en una maraña de ramas y piedras puntiagudas. El tiempo pasaba, arrastrándolo todo a su paso. Por tantas veces que anhelé su corazón, tantas veces que lo perdí.

-Ahora se ve que soy mil cosas antes de ser humana, ¿te lo puedes creer? -decían mis labios.
-Yo te puse un apodo...
-Está grabado sobre mi piel. -respondí tajantemente.

Reconocí ese diálogo como mío. Ésas eran mis palabras, y las otras, las de mi pareja. El apodo quedó marcado sobre mí, como si lo hubieran hecho con hierro candente. Me producía mucho dolor y también una agradable sensación de que lo que había ocurrido no era un sueño. Redimir las culpas nunca es sencillo. Busqué consuelo entre los insondables valles del olvido. Ni siquiera ahora soy capaz de sacar fuerzas para enfrentarme a la verdad. Me escondí demasiado tiempo de esa realidad tan certera, causante de la agonía producida por mil alfieres envenenados clavados en mi corazón.

Sigo viendo aquellas parejas caminando por la calle. He olvidado la sensación de amar. Qué triste, ¿no?