divendres, 29 de gener del 2010

Encarcelado entre papeles

La verdad es siempre certera. Nos enreda en un remolino de confusos sucesos. Aunque se intente esconder tras una capa de indiferencia y mentiras, sigue allí. Sabe cuáles son tu puntos débiles y tus puntos fuertes. Sabe cómo dañarte y cómo hacerte feliz. En un suspiro, la espiral de tu existencia sufre un giro que te pone cabeza abajo. Cuando crees que empiezas a entender, poco a poco, tu vida y que finalmente sabes cómo manejarlo, todo cambia hacia peor. Podríamos hacer una ley, como bien dictada está ya, que dijera: Si algo puede ir mal, saldrá peor. Pero todo en este mundo no es malo, sucio y rastrero. No todo tiene por qué ser tan pesimista. Las cosas más bonitas, las que resplandecen, se ven ocultas entre girones de sonrisas esparcidas por el mundo.

Intentas capturar las ideas entre papeles. Las escribes, custodiándolas entre puntos, comas y demás signos de interrogación. Las encajonas en su cárcel de cubiertas de cuero y polvo. Les pones hasta un candado con tu nombre que indica que eres su dueño. Y en realidad, no has inventado nada. No eres dueño de tu realidad ni de la que escribes. Te limitas a ver lo que hay y plasmarlo, y muchas veces, erróneamente. Siempre hay un límite que se ve sobrepasado, por un motivo u otro, hacia mal. Aunque la naturaleza humana ya es equivocada de por sí.

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