dimarts, 26 de gener del 2010

Comportamiento humano.

Se pone en pie y se sacude. El hambre ha llegado, como una flecha justiciera, y ha atravesado su estómago. Está preparado. Mueve la cabeza a izquierda y derecha, comprobando la perspectiva de seguridad. Decide ponerse en marcha. El tiempo corre, despacio, entre las figuras ajenas a la desgracia. En otra parte, muy alejada, la manada se ha dispersado. La primavera incipiente se deja notar en el verde claro de las primeras hojas. Olfatea el aire indeciso, muchas son las sendas que puede tomar. Tiene claro el objetivo, mas no la forma de llegar. Se decide por ir entre ramas y tierra, escondido. No teme, no sufre. Está seguro de sí mismo. Da un paso, sigiloso. Repite la operación otras cuatro veces y espera. No ha pasado nada, ningún movimiento. Sigue avanzando, cada vez con más firmeza. Los demás seres desaparecen tras una cortina de miedo. Nadie debe interponerse entre sus pasos y el suelo. Sigue adelante, con la idea de la caza en la cabeza. Baja la cabeza a ras del suelo y huele. Ha encontrado un rastro interesante. Un ruído hace que levante las puntiagudas orejas. Se agazapa, encorva su cuerpo en posición de ataque. Tensa los músculos, expectante del desenlace. Su futura captura se estremece, ha notado la carga del ambiente. La inmisericordia de esos ojos ambarinos perfora la silueta del cervatillo. Al fin ha encontrado su presa y no piensa dejarla escapar.

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