dissabte, 18 de desembre del 2010

Fuerzas.

Pongo la mano sobre mi corazón y noto sus acelerados latidos. Inconscientemente, y como si el tacto fuera real, lo acaricio como a un animal asustado e intento calmarlo. Todo irá bien, quiero creer, porque realmente, quiero que todo salga bien. Si esto fuera algún tipo de juicio, debería jurar sobre un montón de documentos que se consideran casi sagrados. Sí, papeles. Son tan frágiles que la lluvia y el fuego pueden destruirlos; pero son terriblemente importantes. Si estuviera en una iglesia, rezaría a Dios y rogaría por su ayuda. Si estuviera delante de un animal salvaje, trataría de escapar sin captar su atención. Si estuviera delante de otra persona, cuidaría mis palabras con extrema delicadeza. Pero cuando miro al cielo y veo las estrellas brillando, la Luna acunándolas y el viento meciendo los ábroles, recuerdo donde estoy. En la vida real, en el ámbito tangible del universo abstracto. Así que aparto mi mano helada y cierro los ojos. La hierba me cosquillea la piel. Las lágrimas muerden mis mejillas. Ahora respiro hondo y lo prometo. Porque ésta es la promesa que recordaré toda la vida. Porque ésto es lo que debo cumplir. Y porque, aunque la tristeza se hunda en mi pecho, debo sobrevivir.

dimecres, 15 de desembre del 2010

Lluvia.

Tomé sus manos entre las mías y las acaricié con dulzura. Las suyas eran frías y el duro trabajo las había vuelto fuertes. Las mías quemaban contra su piel y se deslizaban con ternura. Le miré a los ojos. Sus tiernos ojos marrones que me devolvieron una mirada lastimera. Lo había juzgado, mal o bien, lo estaba haciendo. Tratándole de pobre por su desdichada vida o tratándole de mentiroso por sus palabras hirientes. Me pregunté, hundiéndome en esos pozos sin fondo, qué era verdad. Se apartó de mí. De la peor forma posible, se apartó de mí. Y yo lo veía, caminando con desgana, los hombros caídos y arrastrando los pies. Corriendo sin poder avanzar de ahí donde su cuerpo se postraba agotado. Lo veía deseando volar hacia una libertad infinita, una libertad verdadera. Pero él ya no era el tierno pichón que yo había conocido. Sus alas se acortaron y murieron secas, dejando paso a las fuertes patas de depredador. Y ahora lo veía deseando la vida humana como es imposible desear nada. Pero ahí estaba. Ahí estaba él.

Su rumor incierto me devolvió a la vida. El frío era intenso. La cama parecía vacía cuando él no estaba a mi lado. Vacía y enorme, rodé por ella hasta tocar el suelo. El suelo helado con los pies desnudos. Caminé hasta la cocina y me hice un café. Me ardía en la garganta. Encendí la calefacción maquinalmente. ¿Dónde te has ido? Miré por la ventana. La lluvia caía en desmedida empañando los cristales. Debajo del balcón, enmedio de la calle, había una pareja. Reía y gritaba moviento un paraguas entre aspavientos. Él era uno y ella otra. Él la abrazó y Ella le besó. La lluvia mojaba mis mejillas y el suelo. Y no sabía dónde esconderme para no volver a ver el sol salir.

dissabte, 11 de desembre del 2010

Recordando y viviendo.

¿Esta es la clase de vida que querías?

Al cabo de los años tendrás un buen trabajo. Tendrás todo tipo de lujos, estarás bien sentado en tu butaca de poder. Esa familia te querrá. Todos te mirarán y te admirarán. Ahora y siempre lo han hecho, lo harán en un futuro. Ella vendrá, te tendrá entre sus brazos, te mirará a los ojos y serás suyo. Cuando te preguntes "¿Cómo llegué a esto?" no habrá respuesta clara. Lo habrás olvidado todo. Los jardines llenos de flores, el sol luciendo sobre las casas. Una amplia, muy grande. Un perro de brillante pelo marrón. Los pájaros cantarán. El timbre sonará cuando entres. Dos niños y ambos con magníficas calificaciones. Una vida perfecta. Pero todo frío. Un fallo y perderlo todo. Todo distante. Un amor, pero muy escondido. Un corazón palpitando helado.

Yo miraré atrás. Veré las sombras cruzar por mi jardín cochambroso. Los árboles subirán sus despeinadas copas hasta tocar el cielo. El sol besará sus ramas y se derramará sobre sus troncos. Llegará a mi puerta, sin timbre, y me dirá: ¿puedo entrar? Yo me reiré. Él vendrá, me acariciará la mejilla y me dará un beso. Sonreiré. Saldré a trabajar con prisas y llegaré tarde. Disfrutaré con mi música y el público también. Tendré arte y tendremos arte. Cada noche vendrán dos niños, me abrazarán y me susurrarán "Buenas noches mamá, te quiero". El perro sucio moverá la cola, le rascaré la cabeza y él lo agradecerá. Muy cálido. No tan perfecto. No hay nada perfecto aquí. Un amor que hace de estufa. Un corazón palpitando quemado.

Por la calle te veré. Nos curzaremos. Me mirarás sin reconocerme, la besarás a ella y seguirás el paseo con tu perro. Pensaré en ti. En la persona de mis sueños de verano e invierno. En mis flores de primavera y mis hojas de otoño. Te observaré y tiernamente sonreiré por la persona que amé. Cuando el ocaso se te lleve, yo lloraré. Y luego seguiré recordando y viviendo.

divendres, 10 de desembre del 2010

A prop meu.

El record dolç, la veu suau però les mans fredes. Els ulls li brillaven com dues estrelles úniques a un firmament. Perles magnífiques de color bronze. En elles hi volia viure. En elles volia estimar. El seu cos era perfecte, com només ho pot ser la perfecció de la lluna plena abans de ser eclipsada pel sol. El sol del seu somriure que hipnotitzava més que les monedes dels vidents. Que jo li he donat el meu cor. El record ben a dins, com si desfer-me d'ell em pogués matar. Les mans ben estretes, per oblidar aquesta fredor tan distant. I el teu cos a prop, el teu cap a prop, tu a prop meu.

dijous, 2 de desembre del 2010

Nada sin ti.

Me miró con esa carita tan tierna y sus ojitos acaramelados. Me pidió clemencia muchas veces y yo no quise hacerle caso. Ella lo intentaba una y otra vez, pero el daño ya estaba hecho y enmendarlo era difícil. Nunca tuve un mal corazón, casi siempre fui tolerante y comprensivo. Pero me había agotado la paciencia y las fuerzas. Ahora la tenía delante de mí, con las lágrimas manchado sus tersas mejillas, y me pregunté: ¿Qué, de todo lo que sé, es verdad? Y después de mucho pensar, llegué a la conclusión de que no puedo afirmar nada. Nada sin ti.

Soledad.

Se durmió entre mis brazos. La estreché contra mí, con cuidado de no despertarla. A la débil luz matutina, su figura parecía divina, intocable, inalcanzable. Y sin embargo, mis dedos se entrelazaban con su pelo. Aspiré profundamente su olor, dejando que aquella maravillosa composición del aire me revitalizara. Su imagen era perfecta para mí. Su pecho se movía rítmicamente, con un ruido estable y regular. Sentía deseos de besar cada trocito de piel inmaculada que mostraba. Había sido así siempre: yo la admiraba, la quería, la deseaba y la amaba. Con demasiada intensidad, a veces. Pronto el sueño comenzó a doblegar mis párpados, pero mi mente se negaba a separarse de ella. De su esplendor, de su luz. Yo la tenía entre las manos y no pensaba perderla.

La perfección escapa en los momentos más ínfimos. Tan pronto como la vemos, desaparece. A veces es confusa y trae dolor consigo. Otras es la más pura felicidad. Pero aún así, en todos los casos, es perfección. Ora se manifesta como máquina, ora como persona, ora como situación. Una de aquellas me había tocado a mí. Una chica perfecta.

"¿Dónde estás?". El sueño se repetió incesantemente. Sólo una frase. La pesadilla parecía no acabar nunca. "¿Dónde estás?" preguntaba ella con su voz angelical. Y yo no la encontraba por ninguna parte. Por más que quería gritar, llorar, alcanzarla. Pero, la misma cuestión martilleaba mis sienes "¿Dónde está?".

Con las manos vacías y la boca seca entré en mi casa. El eco de la puerta me devolvió una soledad sin fin.

diumenge, 28 de novembre del 2010

F.

Estaba escribiendo cuando entré en el estudio. Ni siquiera alzó la cabeza para mirarme. Por supuesto, tampoco me saludó. Me senté en el escritorio, frente a él. Pero siguió en su trabajo. Los movimientos rápidos y repetitivos de su brazo me dieron a entender que ya no trazaba letras, simplemente intentaba evitar el contacto conmigo. Suspiré. Hasta entonces no había comprendido el abismo tan profundo que había entre ambos.

-Oye.. -traté de comenzar una conversación.

-Mira lo siento, ¿vale? Lo siento. He hecho lo posible. Esto acabó. Acéptalo de una puta vez ya. Adiós.

Dejó el papel y el lapiz sobre la mesa, cogió su americana y su maletín y se marchó por la misma puerta por la que yo había entrado. El ambiente refrescó de pronto y la luz me pareció más mortecina. Otra vez se había escapado de mí. Suspiré de nuevo, aquello no podía traer nada de bueno. Y yo no había hecho nada por detenerle. Claro, de nuevo.

Cogí los garabatos que había olvidado. Miré la hoja teñida de gris. Había el comienzo de un informe y luego, palabras inconexas. "Te quiero. El viento mece las hojas, bajo ellas la sombra cubre mi cuerpo. Cerca de mí te tuve, cerca de mí te quise y muy lejos te veo siempre. El amor, el amor, lo que veo en tus ojos y sale de mi boca. ¿Dónde estás? Ya ha vuelto". Las lágrimas resbalaron por mis mejillas. Eran mis escritos. Los escritos que con ahínco había hecho para él.

Las últimas palabras fueron las que más me dolieron. Por eso lloré.

"Hasta nunca, F."

dijous, 25 de novembre del 2010

-

No sé qué esperaba encontrarme. Quizás cariño y comprensión. A lo mejor lo único que buscaba era un motivo por el que echar mis culpas y mis penas. Quizás lo único que esperara encontrar fuera a ti. O a lo mejor, y quizás lo más acertado, mi naturaleza me llevara a caer en el mismo agujero una y otra vez.

dimecres, 24 de novembre del 2010

Vacía oscuridad.

El cielo estaba iluminado por solo una estrella. La luz era tan intensa que quemaba mis ojos y mi piel. El mundo giraba en forma de tornado de confusos colores alrededor. La brújula no paraba de moverse, vlviendo loca su aguja. El reloj seguía emitiendo el ruido sordo del "tic-tac" pero su avance se había detenido en una pausa infinita. El aire entraba en mis pulmones pesadamente, rasgaba mi interior y salía sangrando. El quejido de mi corazón era cada vez más débil, amenazando con callarse. Todo era muy confuso. Yo me hallaba allí enmedio, sentada en el húmedo suelo. Parpadeaba para entender algo. Sólo un astro me devolvía la mirada.

Tenía miedo porque conocía el final. Todo acababa con la muerte. Pero todavía temía más no recordar el principio. ¿Dónde estaba? En la tierra hostil, sin Dios ni consuelo. Ni siquiera la pena orpimía mi pecho. Un gran vacío lleno de oscuridad. Mucho miedo. Eso era todo lo que sentía.

Mis últimas palabras son para ti, amor. Porque el cielo ha cruzado la Tierra ante mis ojos para besar el mar. Mi último deseo será conseguir tu felicidad, porque el viento acuna cariñosamente las nubes en mis oidos. Ahora tomaré tu rostro con mis manos, besaré tus labios y, mientras las lágrimas caigan por mis mejillas, te diré que te amo.

dimecres, 17 de novembre del 2010

Te vi anoche.

El otro día quise observar el amanecer. La oscuridad todavía reinaba sobre la hierba, acariciaba los árboles y no quería despegarse de los tejados solitarios. Todo parecía en calma, y la tranquilidad era tan absoluta, que ni los ruidos de la ciudad se atrevían a perturbarla. Era precioso. El sol comenzó a salir detrás del horizonte, tímidamente asomando su corona dorada. Los primeros rayos ambarinos chocaron contra las negras nubes y las fueron desperezando poco a poco. El mundo iba creciendo a medida que lo hacía el astro. Los colores se mezclaron, ora azules, ora amarillos, ora violáceos. Creaban un cuadro impresionista digno de admiración. Con gran majestuosidad, la ardiente luz quemaba los resquicios de negrura y se alzaba imponente en el cielo. Aquello era todavía más precioso que la calma de la noche: un amanecer espléndido.

Aquel amanecer te vi. Al principio, no sabía dónde. Mirara donde mirara, veía jardines, farolas y tejador. Algún coche había cruzado las calles, muy por debajo de mí, donde parecían solo motas de polvo. Las estrellas, los reflejos de la calle, se apagaban cada vez más en el firmamento. Cuando me quedé solo con el sol mezclándose con la noche, vi, de refilón, tu perfil. Esos ojos que ya me habían hipnotizado mucho antes. Dos círculos marrones, dos perlas oscuras. Las busqué incesantemente por todo el espacio que me rodeaba. Un fugaz resplandor despertó en mí recuerdos muy enterrados:

-Te quiero.
-Ya lo sé, yo también.
-Pero yo te quiero. Te quiero tener. Y te quiero amar.


Ya no sabía si el cielo se teñía de naranja o de gris. Las nubes empezaban a oscilar sobre mi cabeza, amenazando el sol y la luz. Otro resplandor de tus ojos. Otro resplandor de ti.

Te vi aquella noche, amor. Y seguía sintiéndote en mi pecho. Y sabía que, cada amanecer, seguiría viendo tus ojos.

Corazón.

Tenía el corazón en un puño. Lo estrechaba fuertemente contra mis dedos para sentir su latido y su calor. A veces dudaba de aquella autenticidad, como si fuera una máquina imitando a la perfección la esencia humana. Por más que lo mirara, podía adivinar que era como todos los demás. Pero luego acercaba mi oreja a él, y los susurros contenidos en esas cuevas insondables, resonaban como un eco lejano. Hablaban, gritaban, reían y lloraban los murmullos. Y yo me preguntaba: ¿qué estará haciendo? Cuando observaba a los demás, notaba las claras diferencias entre mi pequeño corazón y los suyos. Los suyos, henchidos de orgullo y prepotencia. ¿Y el mío qué? Puro egoismo. Lo estreché más fuerte, deseando que parara de latir. Pero, ¡maldita fuera mi suerte! ¡Aquello dolía!

diumenge, 7 de novembre del 2010

No me abras los ojos.

Me deslumbraban las altas luces de Navidad. Ellas arrojaban su esplendor sobre las calles, y las teñían de rojo, verde, azul, amarillo e ilusión. Las personas caminaban entre sus sombras y admiraban la nieve derritiéndose en el suelo. Los abrigos gruesos producían un ruido constante. Los niños reian y gritaban, divertidos. Todo el estruendo de la ciudad acompañado por coches, bocinas y timbres.

El mar mordía la orilla, lamía y se tragaba la arena. El murmullo de la ciudad se oía amortiguado, como si debiera pasar a través de mil cojines para llegar a mis orejas. Me descalcé y me quité los guantes. Me senté sobre la superficie húmeda y dejé que su frescura impregnara mi piel. El mundo real parecía un capricho de algún artista moderno. Aquí las estrellas brillaban con fuerza, y aún con más fuerza, resplandecía la Luna en medio. Sus rayos teñían las olas de plata y volvían el mar argénteo. Dos segundos de aquella visión bastaba para dejarte sin aliento. Yo cerré los ojos. La suave brisa olía a sal. Me mecía el cabello y me susurraba palabras de amor. La temperatura descendía a medida que pasaba el tiempo. Al final, solo quedamos el mar, la luna, el silencio y yo. La nieve se había fundido y la ciudad había quedado dormida bajo el manto de la noche. Era el momento idóneo para pensar. Y lo hice. No me daba miedo estar en medio de ninguna parte. No temía ladrones, violadores, hipotermias o malas personas. Disfrutaba aquel momento como más podía hacerlo. Enterré los pies en la arena. Los pequeños granos acariciaban mi piel. Hundí las manos en la fresca humedad y mantuve entre ellas una concha rota. Era suave, sus cantos estaban redondeados por la fuerza de las olas. Pero todavía se mantenía unida.

Me ceñí el abrigo. Tenía frío. Ignoraba cuánto tiempo llevaba ahí echada. Nadie se me había acercado. El sol todavía no se había levantado. No llevaba reloj. Mi única pista era el constante ronroneo del mar. El agua llegaba ya a mojar mis pies. Pero yo me resistía a moverme. Me resistía a abrir los ojos. Me resistía a volver a la realidad.

Me relamí los labios. Sabían a sal. Tenía la lengua seca. No llevaba ni agua ni comida. Tenía que entretenerme, así que canté: Quiero ver el sol; y él me contestó: quiero verte también. Mi voz se perdió en algún rincón de la playa. Me la devolvió el eco. Con él, vinieron imágenes confusas. Una sala blanca, la luz mortecina de una mañana recién empezada. Los fluorescentes fallaban y cambiaban el rumbo de las sombras a su antojo. Todo era frío, distante, blanco. La gente se movía de un lado para otro. Todos vestían batas. Alguien gritaba órdenes desde el fondo de un pasillo. Alguien que me llamaba a mí:

-Siento anunciarle esto, señorita Sweetly. Padece Cáncer. Es un estado bastante avanzado. Dos meses, quizá tres.

El mar ya no existía. Ni las luces de Navidad. Ni la nieve. Ni los niños. Ni la húmeda arena. Sólo había cuatro paredes blancas.

dissabte, 6 de novembre del 2010

Basta .

Me miró con tristeza y dulzura. Me había hecho prometer que no me enfadaría. No le bastó mi promesa, quiso un juramento, más duradero y fuerte. Algo importante para ambas. No sabía cómo reaccionar. Que necesitara eso, precisamente eso, una alianza verbal de tal calibre, significaba algo. Significaba que lo que me tenía que decir podía doler. Doler mucho.

-Es que... no te fue fiel, ¿sabes? Tenía el listón muy alto, no sé.

No quería escuchar nada más. Quizás lo que me estaba recitando, como un poema aprendido de memoria, no era más que una mentira. Quizás lo decía sólo para averiguar mis puntos débiles. Pero luego encontré algo que realmente valía: no quería seguir escuchando.

divendres, 5 de novembre del 2010

Tic, tic tac.

A veces es difícil ser feliz. Mantener la cabeza erguida, mirarte en el espejo y susurrar: estoy bien. La silueta que te devuelve el metal pulido, desalenta tu esperanza. Te consume poco a poco, y te hunde lentamente. Cuando alzas la voz y preguntas: ¿por qué? Sólo una conciencia, como el rumor del mar, contestaba: Ahora no, no es el momento. Y recuerdo aquella tarde, cuando te vi sentada bajo el álamo. Tu mirada era tan triste y tu imagen tan lastimosa que sentí el impulso de abrazarte. Pero me contuve, al margen, y te observé durante mucho tiempo.

El sol caía detrás de la montaña. Teñía de rojo la hierba y adornaba con pendientes dorados las hojas del árbol. El aire mecía el paisaje, lo arropaba y le cantaba. El murmullo de su cántico llevaba las nubes lejos, y ahí descansaban en paz. La silla gemía bajo tu peso. Y tú, sentada, llorabas en silencio. Tu pelo insistía en seguir las esponjas en el cielo. El miedo cristalizaba en tus ojos, mojaba tus mejillas, se posaba en tus labios y resbalaba por tu cuello. Perforaba tu pecho. El «tic tac» de las manecillas del reloj apresuraba el ritmo de tus pensamientos. Pero tú estabas lejos de allí. Lejos, demasiado lejos. Fuera de mi alcance.

dimarts, 26 d’octubre del 2010

Cuenta atrás.

Las olas de dolor sacuden mi pecho. A veces creo que es imposible dejar de temblar. Tengo un momento de calma, la mente se me queda en blanco e incluso podría pensar con claridad. Pero es ínfimo, y en cuestión de segundos noto que el mundo se me viene encima de nuevo. Es una sensación horrible: como si todo se agrietara, como si quedaras suspendida, atada por un hilo que se hunde más y más en tu piel. Magullándote. Lacerándote. Matándote. Hay veces que el daño es tan grande, que es indescripitble. Pero es real. Lo tienes ahí, acuchillando tu pecho.

No he abierto nada. Desde la M, pasando por la P, por la T y la Y. Me da miedo las palabras que pueda encontrarme. Tengo que esconderme. Me pican las muñecas. Me escuecen las heridas. Toso. Cuesta respirar. Cuesta calmarse. Cuesta dejar de llorar. Me siento como en una cuenta atrás. Cada vuelta que da el minutero, es una vuelta menos de vida. No sé a qué Dios rogar.


"Otra vez no, por favor."

Dos gotas de sangre.

Aparté la vista de mis deberes de armonía y miré la pared que quedaba delante de mí. Sobre ella, en un saliente, descansaban el pintauñas negro y la acetona. A su lado había una estatua decorativa de una lagartija, con su hija menor al lago. De la cola del pequeño dragón, colgaba un viejo reloj, regalo de mi madre. La lámpara estaba al lado, girada hacia la blanca superfície, pues su luz intensa me dañaba los ojos. La mesa era un revoltijo de papeles, bolígrafos y demases. Tenía el ordenador portátil a un lado, cerrado. Ni siquiera lo había abierto para escuchar música. A la izquierda, quedaba una cajonera de cuando era más pequeña, compuesta por pequeños habitáculos con pomos de pies y manos. Sobre ella, más desastre.

Arrastré la silla por el suelo, un viejo trasto restaurado y tapizado por mis padres. Produjo un sonido agudo y desagradable. Me puse en pie y miré el pasillo. Estaba sola en casa y aquel silencio me incomodaba. Caminando en línea recta, sólo oía el roce de mis pantalones y el eco de mis zapatos contra el suelo. Pasé por la sala, donde el reloj se añadía con un sordo ruído del viejo péndulo. El sofá, desordenado y deshilachado, me miraba con tristeza. Cuando llegué al comedor, volví a arrastrar otra silla y me senté en ella. A mi lado había una bolsa de chuches, la abrí y saboreé una. No me gustaba especialmente el dulce, pero debía reconocer que las gominolas eran mi debilidad.

Volví a mirar al frente. Ahí estaban, muy lejos de toda la casa, mis peces. Dos pequeños animales completamente ajenos a la vida humana. Nadaban diariamente en sus 10 litros y bien podrían habérselos aprendido de memoria, si no fueran tan cortitos, los pobres. Tres veces les echaba comida en un día, y tres veces me lo agradecían con coletazos y burbujitas. Quizá fueran muy simples, pero yo los amaba. Sin embargo, la cruda realidad era que, si sacaba uno del agua durante el tiempo suficiente, lo mataría. Y así acabaría su poca existencia, ínfima y mísera. Pero eran mis pequeños amados.

Me levanté de nuevo y me acerqué a la vidriera que daba a mi jardín. Las plantas lo tenían muy fácil, apenas necesitaban sustento y ni siquiera pedían compañía. A la izquierda, pegadas a una pared, estaban las dos jaulas con mis cuatro periquitos. Otros animalitos muy simples, y muy delicados. Cuando tenía que limpiarles sus escasos aposentos, debía cogerlos con las manos. Tener una vida entre tus dedos es gratificante y acongojante. Si aprietas más de la cuenta, ves cómo se extingue lentamente. Maravilloso y terrorífico.

Finalmente llegué a la cocina. Miré el reloj de la pared del fondo, apurada. Debía volver a mis quehaceres y a mi rutina. Sin embargo, me concedí cinco minutos más. Me sabía la estancia de memoria: a mi derecha tenía una roñosa mesa que apenas servía para acumular botellas de plástico vacío, sostener el microondas y servir cobijo a los garrafones de agua; y a su lado estaba el enorme armatoste que nos servía de frigorífico; a mi izquierda estaba el horno, con los negros fogones encima; continuando en línea recta, descansaban más armarios cubiertos por una placa de mármol gris oscuro; y acababa todo en una pica de metal. Bonita cocina.

Deleitándome con lo que sabía que existía, ya había acabado con mis cinco minutos de tranquilidad. Fui hasta la pequeña e inservible mesa y cogí un cuchillo que descansaba encima. Me costó encontrarlo, el desorden era casi total. Lo sospesé. Lo sospesé durante mucho rato. Me contemplé sobre la pulida superfície de metal, tenía un aspecto lamentable: ojeras, cara de asco, iba despeinada. Y todo podía arreglarse con un simple corte.

Recordé las clases de ética: en esta vida se viene para ser feliz; somos libres de escoger nuestro camino, aunque eso siempre acarree unas consecuencias. Pero era yo quien tenía el cuchillo en las manos, el corazón latiendo fuerte en mi pecho y la respiración agitada. Dos gotas de sangre y podría cambiar todo eso.

dilluns, 25 d’octubre del 2010

Encara.

Encara tinc els llavis plens de sucre de la teva besada. I encara em cremen els ulls del darrer adéu.

divendres, 22 d’octubre del 2010

Mi razón.

El miedo me hiela las manos y el corazón. Y sin ellas no puedo escribir. Y sin corazón no puedo vivir. Sin vida no tengo sentido, y sin sentido no quiero vivir. Porque tú, que cantas a lo lejos, eres mi razón y mi ser.

Ellos.

Buscaba mi corazón desesperadamente. Abrí todos los cajones de mi habitación y volqué todos los papeles. Desordené la ropa de mi armario. Abrí los libros, los tiré al suelo. Removí el zapatero. Miré detrás de la televisión, detrás del armario y del frigorífico. Me volví histérica intentando encontrarlo. Pero no hallé nada. Nunca lo hacía. Y nunca estaba cuando lo necesitaba.

Creía que no sería más que un juego. Pero la cosa derivó en algo más que yo no era capaz de controlar. No pretendía alimentar ni el amor ni el odio, sino mantener una relación indiferente. Guardar distancias, por seguridad. Pero, como el fuego propagándose por el bosque seco, la pasión ardió en mí. Y una vez comienza el incendio, apagarlo es sumamente difícil. Pensaba que iba a morir entre tanto calor.

Allí lo perdí. Abrí sus manos con cuidado y temor a asustarle, pero no había nada entre sus dedos. No palpitaba. Le miré a los ojos y traté de comprenderle. Me hablaba, pero yo no podía oírle.

La desesperación subió por mi cuello, convirtiéndose en un amargo alarido de dolor. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba mi corazón? Sentía un enorme vacío en el pecho. Quería encontrarlo ya. Mi cuerpo, sacudido por temblores, no podía moverse. Tenía que ver, penosamente echada en el suelo, cómo el mundo avanzaba sin yo poder hacer nada. Tenía que contemplarlo aunque no quisiera. Y se llevaban mi corazón.

¿Quién se lo llevaba? ¿Tú? Ellos se lo llevaban.

No more lies.

Cuando te enamoras de una persona tiendes a pensar que es perfecta. La ves y no puedes encontrarle los defectos. Esto no es puramente psicológico, sino un tanto científico. Hay unas hormonas, que tu cuerpo segrega que provocan una reacción química. Dicha reacción te causa el estado de enamoramiento, y en parte cambia tus funciones (suele aumentar el líbido) y en parte modifica tus sentidos (de pronto lo ves todo perfecto). De ahí viene la expresión "No hay química entre nosotros". Puramente científico.

Cuando amas a esa persona puedes pensar que nada va a salir mal. Porque mientras dura, nada sale mal. Todo es perfecto y de color rosa: los besos, los abrazos, las caricias, los susurros, las palabras dulces. Pero luego, poco a poco, va cambiando. Las hormonas dejan de funcionar y, pasados unos meses, aquello que era el paraíso se te acerca más a un infierno. Y si eres tú el que mantiene las ganas, te sientes aún peor. Querer algo y ser inaccesible es un dolor terrible. Te martillea una y otra vez hasta que destruye tu pequeña coracita. Y créeme que no hace falta mucho.

Pero quizás encontré algo aún peor.

Miré al horizonte y pensé: ¿cuántos planetas hay como este? Cerré los ojos, imaginando miles de mundo ligados por una estrella en medio, radiante y única, dando su calor y su esplendor a sus hijos de roca. Nosotros somos sólo uno de ellos. Imaginé cada uno con sus lunas, y cada uno con sus días y sus noches. Y, dentro de todos ellos, personas. Muchas personas, cada una con sus vidas. Pero todas ellas humanas. Abrí los ojos para centrarme en la realidad. Un cielo infinito, un universo infinito, una vida infinito y un amor finito. No todo es eterno, aunque queramos creer que sí.

Me creí las mentiras. Sí, le estaba mirando y pensaba: ¿cómo puede mentir tan bien? No, ni siquiera pensaba eso. Pensaba: ¿cómo puede quererme tanto? Ahora ya no lo pienso. Cuando oí las palabras, pensé que el mundo se destruía. Al principio, fueron grietas que salieron del centro de mi corazón. Luego avanzaron hasta la punta de mis dedos. Mi cuerpo rompió en un terremoto de temblores y sollozos. No sé por qué. Debería haber sabido que me mentía.

Quizás mentir no fuera la palabra. Pero, no hay nadie más aquí. Me siento como un perro. Sucio y abandonado perro. Es imposible escribir el dolor que asesina mi calma. Imposible.

dilluns, 18 d’octubre del 2010

Hoy pienso en ti.

Hoy pienso en ti, mi amor, y miro al horizonte. Porque aquellos minutos que me dedicaste fueron mucho más de lo que podía imaginar. Y hoy creo en ti, amor mío, porque el beso bajo los últimos rayos de sol me encendió la vida. Así que imagino y me dejo llevar por los recuerdos: recorro las amplias calles de la ciudad atestadas de gente, y en ellas la pareja, me cogías de la mano; veo la joyería donde descansaba el collar más bonito que jamás vi, y en él su brillo sobre mi cuello; huelo las rosas que me llegaron en un día tan esperadas, y con amor.

Por pensar me duermo cada noche, con tus ojos mirándome descansar. Tus manos recorren mi cabello suavemente, y entre caricias me cantas tonadas dulces. Oigo los susurros que prometen un futuro mejor, y un futuro juntos es siempre un futuro apetecible. Siento el calor de tu piel abrazando la mía, y en ella me fundo y me excito. Tus labios colman los míos de placeres. Y si duermo es por darte el gusto de ver mi cara, una vez dulce, reposar en tu regazo.

Hoy pienso en ti, mi amor. En todo lo que pudo haber sido, en todo lo que estaba prometido. Y hoy pienso en los regalos que no he llegado abrir. ¿Por qué abrazas a otra? Hoy más que nunca, te amo, mi vida. Porque hoy más que nunca, te extraño, mi amor.

Ojos.

No le miré a la cara. No era capaz. La visión de esos ojos pardos mirándome expectantes, me resultaba demasiado dolorosa. Y aún peor era saber que cuando me girara hacia su rostro, lo único que vería serían dos perlas oscuras y aceradas por el odio. No tenía fuerzas para enfrentarme a eso de nuevo, pero tenía que hacerlo. Aunque trates de huir de los problemas, muchas veces éstos son superiores a tus capacidades. Y te alcanzan. Y son peores que antes.

No sabía dónde esconderme, y eso era lo que quería. No tenía ningún motivo para enfrentarme a ese dolor, encararlo y vencerlo. O simplemente no tenía las ganas de soportarlo de nuevo. Pero estaba allí, amenazándome. Y yo no lo quería.

Tuve que hacerlo. Miré su cara fijamente y me sorprendió encontrar tristeza en aquel bosque sin hojas. Casi podía adivinar las gotas de rocío en las ramas desnudas. Eso habría sido mucho peor al desenlace que yo imaginaba si no hubiera sido por el abrazo. Volver a sentir la piel sobre mi piel y la respiración en mi nuca, me calmó. Me fundí y me convertí en loba por las praderas.

En loba en aquel bosque. En amor en sus ojos.

diumenge, 17 d’octubre del 2010

.

La música sonaba por mis auriculares. Intentaban apartarme del mundo desastroso que veía al otro lado de la ventana. Quería obivarlo, como si no pudiera alcanzarme. Cuando vez desgracias en la televisión, siempre piensas que no pueden pasarte a ti. Porque eres tú y es imposible que te pase nada así de malo. Pues yo pensaba lo mismo, aun teniendo el problema delante, era incapaz de asimilar que eso fuera conmigo. ¿Conmigo? ¿Por qué? Así que me fundía con las notas que sonaban al otro lado de los audífonos y esperaba dormirme, durante mucho rato y muy profundamente. Pero era imposible. El deber me llamaba. Y me encontró.

Furia.

Hacía mucho que no intentaba hablar con alguien cuando sentía que la ira movía mis brazos y mis piernas. Hacía mucho tiempo que no era este sentimiendo de inconformidad, de enfado, de rabia, el que me impulsaba a actuar. Y yo sabía que decir las cosas bajo este mal influjo, siempre conducía a situaciones peores. Luego, ni siquiera el enojo me salvaría de la tristeza y la resignación. Pero aún así, algo bullía en mi interior. Algo más poderoso que el miedo a perderlo todo.

Estrechaba los puños con fuerza, necesitaba concentrarme en algo. Veía los coches pasar delante de mí, y eso me daba rabia. Aunque no sabía por qué. Las personas caminaban tranquilamente, algunas riendo, otras serias, algunas con prisa, otras tranquilamente. Y eso también me molestaba, aunque yo no supiera decir por qué. No había nadie prestándome atención. Y yo la buscaba, pero no quería que hablaran conmigo. Estaba en un estado de incomodidad completo. Y esto también me enfadaba, aunque no supiera por qué. Intenté calmarme, cerrando los ojos y respirando. Dirigí mi mente hacia los números, indiferentes y lejanos. Apreté con fuerza las mandíbulas, esperando no ponerme a gritar en medio de la calle. Sólo volví a la realidad cuando noté el líquido caliente resbalar por mis labios: sangre. Lo que faltaba. La gota que colmó el vaso de mi paciencia.

No sé qué hice durante ese tiempo. No lo sé, era incapaz de pensar en ello, había una pantalla negra delante de mis recuerdos. Lo intenté, me esforcé por visualizar alguna imagen en esas horas oscuras, pero sólo encontraba vacío y malestar. Desperté en una calle lúgubre, teñida de gris. Olía a humedad y tenía frío. Miré mis dedos magullados y saboreé el sabor de la sangre en la boca. ¿Qué había hecho?

V.J.

Los miraba, guitarra en mano, con el corazón en un puño. Y sentía sus voces muy lejos de acá, porque acá estaba mi voz y mi música. Pero ellos aplaudían, de emoción y con cantares de guerra, coreaban mis notas. Yo pensaba en mis niñas, en sus lindos ojos mirándome cada mañana; y ellas, alejadas de la tensión, que reclamaban con palabras de "papá" mi atención. Pero ella estaba allí, mi mijita, entre susurros y besos, sus brazos me rodeaban.

Cuando me dirigí al público, era eso: público y personas. Allá veía mi sueño germinar, allá donde todo iría y posiblemente terminaría. Pero imaginar era la esperanza del pueblo. Y el pueblo prosperaba acá, entre todos. Cuando comencé a cantar, se hizo el silencio. Tuve la certeza de que en Chile, resonaba mi unión. Entonces sí veía las banderas aunándose, porque allí, acá y en todas partes estaba Chile.

dissabte, 16 d’octubre del 2010

Errar.

Sé que m'he equivocat. Jo et mirava a tu, l'estel dels meus ulls, la lluna de les meves nits, el paraigües de la meva pluja, el cel de la meva esperança. Crèia en tu com mai havia cregut en cap persona. I ho tenia ben clar, dins el cor, dins el cap, dins les mans, dins el cos. Però no m'era suficient. I per això divagava entre els carrers. Entre el fems, els cotxes i les persones, esperava trobar-hi alguna cosa més. Algú més com tú. O potser el meu cor, abandonat i aixafat. Però no hi havia res, allà. Enlloc hi podia haver-hi res. I llavors ho vaig comprendre tot: m'havia equivocat. De persona, de lloc i de sentiments. Tu hi eres, es clar que sí, però no on jo volia. No dins els meus braços, no dins el meu cor, no dins la meva ment, no dins els meus llavis. La vida corria a metres de la meva esperança.

Mundo de algodón.

Cogí el diccionario y lo abrí por una página al azar. "Amor". Lo cerré. Lo volví a abrir, escogiendo de nuevo a suertes. "Óleo". Lo cerré. Lo dejé sobre la mesa, me dirigí a la hoja y pensé. No tenía mucho tiempo, tenía que rellenar ese papel. Mi corazón me lo pedía, latido tras latido. Miré el teléfono, que parpadeaba a mi lado. No, no podía dejarme vencer tan rápido. Intenté concentrarme de nuevo en el espacio en blanco. Cerré los ojos y las imágenes me ganaron, muy lejos de poder controlar el torrente de emociones que se venía encima.

Cuando el agua inunda una canoa, lo primero que sientes es un frío muy intenso sobre la piel. Los pelos de los brazos y de la nuca se te erizan, y una sensación de incomodidad acompañada de un escalofrío te recorre la espalda. En ese momento, llegas a saber que algo no va bien. Después, tus ojos captan el desastre: el líquido amenaza con inundar tu embarcación. Y tú estás en ella, sin poder salvarte. Tu mente se mantiene tranquila el tiempo que tarda en asimilar semejante idea. Luego, los pensamientos se funden para dibujar un cuadro lleno de desesperación. Tus manos buscan frenéticamente un lugar donde asirse, mientras tu cerebro trabaja al límite de sus capacidades. Cuando estás bajo el agua, ahogándote, llegan las lágrimas. Algo te retiene a no querer dormir eternamente. No quieres sucumbri a esa oscuridad. Y sientes un terror enorme. Pero el la fuerza del río es demasiado potente, y te arrastra inevitablemente hacia su profunda oscuridad. No valen los recuerdos dulces, ni los de "y si". En tu cabeza no cabe nada más que huir de esa masa que no te deja respirar. Pero, al final, la calma es absoluta. Tu cuerpo se relaja, los músculos se destensan, vuelves a sentir calidez, y una somnolencia extraña cierra tus párpados. No vuelves a abrirlos y no te importa.

Con el dolor emocional pasa más o menos lo mismo. Al principio, no eres capaz de asimilarlo. Luego, la desesperación es muy fuerte. El miedo, el terror, el dolor, se confunden y te confunden. Pero finalmente, la resignación al estado de muerte, te lleva una calma propia. Y entonces es cuando más triste estás. El mundo desaparece; no porque tú quieras huir, sino porque se aleja lentamente pero inexorablemente. No sabes dónde vas a parar, pero vas hacia allí. Con algún objetivo, aunque no lo sepas.

Por eso te miraba de lejos. Quería ir tras de ti, pero el mundo caminaba hacia otra parte. Así que me arrastré con él, desesperando tu rostro. Y luego, volvía a ver las mismas manchas de osucirdad, día tras día. Hasta que la calma propia de la resignación, vino para dar descanso.

Abrí los ojos. La hoja estaba llena, pero mi corazón aún desbordaba emociones. Cerré la puerta de mi habitación, puse la música lo más alta que me lo permitían los altavoces y me metí en la cama. No tenía sentido salir de mi mundo de algodón.

dilluns, 11 d’octubre del 2010

If you love, I'll love.

Ya era casi una costumbre el sentimiento de pesadez en los párpados, la quemazón bajo los ojos, los labios curvados y las manos curzadas. Podía pasar así horas, porque era un estado cómodo -el más tranquilo que había vivido últimamente- y así lo hacía. No me movía. Apenas respiraba. Sólo estaba allí, allí en medio. Lo único que hice fue coger una hoja de papel y un boli, y escribí:

Lo que siento es amor, amor hacia una mujer a la cual jamás podré amar de verdad. La muerte. Espero con impaciencia su llegada desde mi lecho. Yazco inerte, oníricamente, melodiosamente, con la respiración acompasada y se me altera el corazón cuando pienso con qué facilidad puesdo ver su rostro. Un suicidio es la forma más rápida. Pero, por el momento, hoy no quiero morir, Quzá mañana, o quizá no. Pero hoy no. Mi cuerpo resistirá hasta que al fin me den el descanso eterno. Encontraré la paz junto a mi amada.

Releí lo escrito. Me enfadé. Y muy lejos rezaba la canción que jamás se cumpliría:


If you fall I’ll catch, if you love I’ll love. And so it goes, my dear, don’t be scared, you’ll be safe, this I swear.. If you only love me...

diumenge, 10 d’octubre del 2010

Noche perpetua.

El sol moría al otro lado del horizonte. Agonizante estiraba sus naranjas brazos hacia las colosas montañas, tratando de permanecer más en aquella tierra. Por ahí donde se arrastraba, una marca dorado -sangre de reyes, sangre de astro- marcaba el camino. El calor iba yéndose poco a poco, mientras la luz apuraba sus últimos momentos de gloria. Y pronto, como todo empezó, acabó. La noche extendió su gran capa, cubriendo los colosos y los planos. Observaba desde lo alto, con su enorme ojo redondo, eclipsando el corro de visitores brillantes más pequeños. La ciudad, desde arriba, parecía llena de hormigas y hormigón. El ruido, como mil moscas y mil pasos, se apoderaba de lo que debería haber sido una calma absoluta. La luz del hormiguero lidiaba con la luz de la Noche para reinar en la capa de negrura. Y allí arriba me encontraba yo.

Sentada sobre uno de los Colosos, lo miraba todo con curiosidad. La hierba se mecía a mis lados, ajena a toda la tempestad exterior. Las piedras eran grises y monótonas, como lo habían sido toda su vida. Los árboles tenían las raíces marrones y las puntas verdes. No se teñían, como el pelo de las personas. No había tigres allí en medio; sólo un coro de búhos entonando una rica melodía. El mundo era como tenía que ser. Pero allí en medio estaba yo, una presencia que acababa con toda la amrmonía. No era natural que estuviera pisando esas briznas jóvenes, que removiera la tierra y que mirara las luciérnagas. Por eso cogí mi bolsa y rehice el camino hacia mi casa.

Al llegar, hice como siempre. Despaché mi familia con frases cortas y concisas, para no levantar sospechas. Subí las escaleras a trompicones, a punto de caerme, como siempre. Pero, en vez de pararme delante de mi habitación y esconderme en ella -sí, como siempre había hecho- me dirigí al baño. Abrí con cuidado la puerta, respiré, y entré cerrándola detrás de mí. Encendí la luz y, tras cinco minutos de reflexión, llené el lavabo de agua. Metí la cabeza completamente en él, las gotas inundaron mis oídos, mi nariz, mojaron mis labios y mi piel y me hicieron cerrar los ojos. Pensaba ahogarme, quedarme allí hasta volver a ver la Noche perpetua. Pero no tenía valor, así que levanté el cuello, como pude, y me miré al espejo. Me sequé torpemente con una toalla, demasiado fuerte, enrojeciendo mi rostro. Y entonces comencé a llorar, porque no cabía nada más que lágrimas y angustia en mi corazón. Porque todo lo que quería eran aquellas estrellas que ahora brillaban tan lejos. Unos brazos y una calidez tan anhelados y tan alejados. Así que esperé que algo rompiera la monotonía y, por una vez, alguien viniera a ayudarme.

dissabte, 9 d’octubre del 2010

Amor.

Lo pensé, respirando hondo. Aquéllo que me resultaba inalcanzable, porque al fin y al cabo, era todo y nada de lo que podía desear. Como el ídolo perfecto de una película, rodeado por brillantes estrellas y millones de fans. Exactamente como el director de un mundo imperfectamente perfecto. Los rasgos más bellos, la más grande fuerza, la mayor inteligencia. Pero era inalcanzable para la gente como yo. Así que me dedicaba a soñar, a soñar y volar a un universo paralelo donde él me decía "Te amo" y yo moría en sus brazos sin pensar en el más allá. Para luego ver la fantasía interrumpida por un golpe de estudios sobre la mesa, o una brisa suave de una tarde de verano. O un mensaje suyo hacia su pareja.

Es lo más simple que conozco. Y se llama amor, porque la Real Academia Española lo dice. Y wikipedia secunda la moción. Pero eso es una palabra, y lo mío es mucho mayor. Al principio es como un cosquilleo en la punta de los dedos y en el vientre, una sensación que quieres explicar a todo el mundo. Después es algo más íntimo, el momento de "no me bastan los sinónimos para decirte todo lo que te quiero". Deriva en una sensación tan profunda que es casi indescriptible: porque si no lo sientes... no es lo mismo. Y quizás ahora es como una pesadez en el corazón, un dolor interno y un nunca se acabó.

Pequeño imperio.

Este es el mundo que hemos creado. A base de golpes, furia, odio y rencor, hemos construido un pequeño imperio en medio de la nada. Y allí donde veíamos la hierba crecer, las flores abriéndose y los árboles alzando sus hojas a la libertad del viento ahora nos quedan paredes de frío hormigón. Después de todo, la idea de un "futuro mejor" no estaba ajustada a la opinión de todos. Pero es que la voz de Todos ha sido callada, tras silencios y silencios de cadenas. ¿Dónde queda el poder ahora? Se desvaneció entre rendijas, llantos y gritos. Fue arrancado de sus manos, triturado y echado al mar. Y el mar se lo trgó y aún no lo escupe. Porque simplemente se ha perdido. Se ha perdido demasiado.

Cosa extraña parecida a un soneto hecho por un gato atropellado

Dios está en el cielo,
y el Diablo en el infierno.
Pero lo que yo más quiero
en esta Tierra encuentro.

Las hojas son verdes,
azul es el mar.
Y entre estas verdades
¿Qué significa amar?

A paso lento
se avecina la muerte
sin censo.

El cielo decidió
sin pena ni gloria.
Y sin envidia
cayó.

divendres, 8 d’octubre del 2010

Atrás.

Miró hacia atrás, casi sin poder contener las lágrimas. La lluvia comenzaba a caer lentamente, y con ella, descendían las temperaturas. Pero no pareció importarle. Tampoco se daba cuenta del fango que se creaba a sus pies, que le ensuciaba y le marcaba. Sólo tenía ganas de desaparecer detrás de mucha negrura. Mucha, mucha y solitaria negrura. Pero eso era imposible, al menos técnicamente. No pudo más, se tiró contra el suelo y rompió el cielo a gritos de terrible agonía. Se embarró completamente la ropa, y la humedad comenzó a calar hondo en sus huesos. Y en su corazón.

El llanto era espeso, casi tanto como la tierra de debajo de su cuerpo. Y sus sentimientos se movían como entre algún tipo de puré. Le costaba respirar, le había costado calmarse. Y ahora analizaba su triste situación: perdido en medio de ninguna parte, sin nadie. Pensaba matarse allí, llevaba el cuchillo y las pastillas. Ahora tenía dudas, cuando más decidido debería estar. Momentos antes lo había visto bien claro, había repasado veinte veces el movimiento que debía hacer, la fuerza que debía aplicar, cuándo tomarse las pastillas. Ahora veía a su madre regañándole por llegar tan sucio a casa; y ofreciéndole un café caliente y una manta. Veía a su perro moviendo la cola alegremente y pidiendo a ladridos que le dejaran entrar en casa. Veía a Elizabeth que tantas veces le había rechazado, sintiéndose culpable. Y detrás de todo eso, se veía a sí mismo, más solo y más triste de lo que jamás había estado.

Desvaneció lentamente sus pensamientos hasta que sólo quedó uno: quiero morir. Entonces sacó una pastilla y tragó. Cogió el cuchillo y, con la punta, rasgó hasta la mitad del antebrazo. La sangre, un contraste rojo y caliente entre toda aquel agua y frío, resbaló por su piel. Se tomó otra pastilla. Se arañó el otro brazo.

Entonces comenzó a gritar y a llorar de nuevo. Que aquello no era justo, pero era su vida. Bueno, había sido su vida.

dimarts, 5 d’octubre del 2010

Momento comprometido.

Descansaba sobre su pecho, abrazada cálidamente. Y ahora respiraba también pesadamente. El vaivén de su pecho se tornó igual que el mío. Le miraba desde un ángulo difícil y, tapada entre anchas ropas y sus brazos, sólo acertaba a ver su pelo oscuro y su tez clara. Me recordaba a la técnica del claroscuro, como un cuadro matizado sólo por los colores del fondo. O a una vieja película de amor. Podría haberme quedado allí durante una eternidad, y repetir incesantemente sin cansarme nunca. Era incapaz de apartar los ojos de los suyos, que estaban cerrados, pero yo los imaginaba: marrones y mirándome. Me picaban las costillas y el pelo me cosquilleaba la nariz, pero no quería moverme por temor a despertarle. El silencio era casi absoluto, sólo mancillado por el ruido ronco de mis suspiros y los coches pasando por la calle. La luz era ínfma, pues las persianas estaban puestas y el día estaba nublado. Me gustaba estar así, la verdad era que no necesitaba nada más. Era feliz, en cierto modo.

Pero de pronto, la musiquita de mi móvil rompió la magia de la sencillez. Él gimió molesto y quitó los brazos de encima de mí para que pudiera contestar la llamada. Cogí el aparato, suspiré y pulsé la tecla verde:

-¿Aló? -contesté apartándome el pelo de delante de la cara.

Él volvió a abrazarme por la cintura y me atrajo hacia sí. Sonreí para mis adentros. Besaba mi pelo suavemente mientras yo tenía que callarme murmuos de placer.

-Sí, por supeusto. Soy yo, ¿qué quieres? Ah, ya -me costaba atender.

Se acercó más hacia mí, apartando los mechones rebeldes de mi pelo, bajando lentmente sobre mi cuello con su lengua. Me estremecí.

-Ay, perdona, ¿podrías repetir lo último? -ni siquiera prestaba atención a la voz que sonaba por el otro lado del auricular.

Besó mi clavícula con dulzura y paciencia mientras esperaba a que dejara de hablar. Acariciaba mi cadera cuando comenzó a tirar de la ropa juguetonamente hacia arriba. E ronroneo de placer que guardaba en mi gargante se escapó.

-No, no fue nada. Estoy... ocupada. Sí, hablamos luego. Claro ya te llamaré. Adiós -atajé, mientras pulsaba la tecla para apagar el móvil.

-Graciasssss, mmmm -me murmuró cerca de mí, demasiado cerca, haciéndome vibrar con su voz.

Mordió mi hombro, descubriendo bajo la ropa parte de él. Seguía acariciándome la cintura y parte de la barriga, cosquilleándome la piel. Comencé a temblar.

-Hey, hey... de-despacio... -balbuceé.

Hizo caso omiso a mi ruego y recorrió a besos ascendientes mi cuello, llegando a mi oreja y mordiéndome el lóbulo. Tuve que cerrar los ojos mientras un rubor ferviente me marcaba de rojo las mejillas. Cuando empezó a desabrocharme los pantalones, dejé escapar la colección de murmuros y gemidos que tenía escondidos. Y después todo quedó oscuro, porque la escena era sólo suya y mía. Íntima y perfecta.

diumenge, 3 d’octubre del 2010

Hoy,

Hoy es uno de esos días en que no tienes ganas de nada. En que lo único que piensas es "Joder, cómo brilla el sol y yo pudriéndome en este agujero de mal augurio". Es el clásico día en el que sólo quieres escribir y lo único que te importa de la gente es que lo lea y se sienta como tú. Es el típico día para esconderse y no volver a salir.

Suicidio.

Suicidarse.

1. prnl. Quitarse voluntariamente la vida.

Suicidio.

m. Acción o conducta que perjudica o puede perjudicar muy gravemente a quien la realiza.

Tenemos que el suicidio es un acto que se escoge deliberadamente, es decir, en plena consciencia de lo que se va a realizar. Consiste en que, utilizando el estado de soberbia, el sujeto se quite la vida voluntariamente, porque así lo escogió él y sin efecto de otras personas. El suicidio es un acto que acarrea graves consecuencias sobre la misma persona, el mismo sujeto. Intentarlo puede significa, de hecho en la mayoría de los casos lo hace, la muerte. Así que tenemos que suicidio es igual a la muerte voluntaria.

Muerte.

(Del lat. mors, mortis).

1. f. Cesación o término de la vida.


La muerte es un estado en el cual ya no se siente nada, pues es en la vida cuando tenemos las emociones. En vida sentimos, sufrimos, tenemos hambre y sed, pero también notamos la alegría y la esperanza. Cuando cesa ésta, queda la muerte, un período donde hay paz y no la hay.

Formas de suicidio:

·Cortarse las venas.
·Sobredosis.
·Inhalación de gas.
·Ahorcamiento.
·Pastilla de cianuro.
·Atropellamiento (coche o tren)
·Inyectarse aire en las venas.
·Envenenamiento.
·Inhalación de monóxido de carbono.
·Tirarse desde un edificio alto o puente.
·Elecrtocutación.
·Frío extremo/Calor extremo.
·Químicos (morflina).

Formas más rápidas:

·Corte en el cuello (venas importantes).
·Corte en la ingle.

Conclusión: Suicidarse es una estupidez. Si no fuera ya suficiente con que la vida nos pone donde quiere y se va cuando quiere, suicidarse es añadirle un punto, darle un tanto más. La verdadera voluntad está en seguir vivo y mirar hacia delante. Eso siempre que tengas algo por lo que luchar. Pero cuando no te queda nada y solamente ves el lado malo de las cosas, ¿por qué seguir luchando? Ahí entra la parte caótica del suicidio: el cobarde jamás podrá siucidarse; el valiente sí. Suicidio, ¿cobardía o valor?

Eutanasia.

(Del gr. εὖ, bien, y θάνατος, muerte).

1. f. Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él.

2. f. Med. Muerte sin sufrimiento físico.


Viendo esta definición.


Lo primero que hay que pensar es: ¿qué es estúpido y qué no?



Guardando silencio y, minuto tras minuto, que pase el tiempo.

Desolación.

La chica se dirigió lentamente al punto de encuentro. El corazón le latía a mil por hora, sabía que se estaba equivocando, que bajo ningún concepto debía acudir. Pero lo hizo, sólo para verla a ella. Y esa había sido una de las condiciones "no quiero que tu novio o tu amigo vengan a esta cita, es sólo entre tú y yo". Cuando la vio, sus latidos pronto se hicieron inexistentes, y quedó a merced de alguien que no tenía ni una pizca de buenas intenciones. La saludó tímidamente, aunque se moría de ganas de tirarse sobre ella. La otra chica, por su parte, se alejó un poco y la miró con desprecio. "Es increíble que esté haciendo esto" pensó.

Ambas comenzaron a caminar calle abajo, la chica de pelo castaño admiraba las formas de la chica de pelo negro. Hablaron largo y tendido de cosas que el pensamiento prefiere no analizar. Ella se defendí como podía mientras que la chica de pelo carbón no paraba de decirle toda la culpa que asumía.

-Es por tu culpa. Mi madre me riñó, discutimos porque tú me habías puesto nerviosa. Y con mi mejor amiga tenemos problemas porque está celosa de ti. Y joder, con mi novio, él no quiere que te vea, y tú no insistes más que en quedar. Estoy un poco harta, sólo me causas problemas, en serio. Deberías dejarme un poco .-decía con voz de preocupación.

Siguieron caminando, la chica de pelo marrón contenía los sollozos como era capaz. Al final acabaron sentadas en un banco, hablando, cuando la castaña ya no podía contener más las lágrimas y se derrumbó entre nervios y gritos.

-Oye lo que te decía de mi novio...

De pronto él apareció por la derecha, saltando el respaldo del banco. Y su mejor amigo, pasó tranquilamente por la izquierda, como si no viniera la cosa. Ella se quedó petrificada observando las dos figuras. Ahora se le sumaban otros dos infiernos delante de los cuales no quería llorar. Trató de parar, pero no lo consiguió.

La tanda de bombas que se le sucedieron fue demasiado para que ella, con el cuerpo menudo y las fuerzas agotadas, pudiera resistirlo. Se quedó en el parque, sola y llorando, viendo cómo la gente feliz y las parejas igualmente felices, pasaban sin prestarle ni la más mínima atención.

Las cosas no funcionan, babeh.

Cuando vi a aquélla chica tumbada sobre la hierba, decidí que tenía que hacer algo. Quizás yo no la conociera mucho o quizás ella fuera mi mejor amiga, pero era una persona en apuros que yo estaba dispuesta a ayudar. Y más que dispuesta, iba a hacerlo. Así, sin más, me senté a su lado y le sonreí. Tampoco tenía ganas de sonreírle, tenía muchos problemas apuntando con destrozar mi corazón, pero, ¿qué más da que sufras tú cuando los de tu alrededor son felices? Le tendí una mano, y entre aspavientos de confusión y risitas nerviosas de miedo, le dije "Todo irá bien, tranquila". Y todo fue bien. Luché por lo que había prometido que lucharía, me enfrenté a ello con dudas, valor, angustia y fervor. Por el camino encontré a otras personas heridas, más de una me pidió ayuda. Me senté con todas ellas, hablando largo y tendido con las necesidades de cada uno. Algunos, sofocados por el desamor; otros, irascibles por las desgracias propias. Pero en todos ellos algo en común: una necesidad enorme de cariño y confianza.

Supongo que dicho en frío no tiene la misma importancia, y que de hecho, para hablarle a la pantalla del ordenador, suena ridículo. Pero yo pedía una pizca de confianza. Les miré, les hablé, les aconsejé y les ayudé. Yo a cambio quería un poco de "Muy bien, sigue así" y otro de "Vale, confío en ti, espero que puedas hacerlo". Pero curiosamente son las palabras más difíciles de oír, en este ambiente. Sí, supongo que me lo merezco, todo el silencio conseguido. Y de lejos, ¿cómo se ve? ¿Como egoísmo puro? Vaya.

La chica me devolvió la sonrisa y supe que algo había cambiado dentro de mí. Me enfrenté a lo que hizo falta para ver de neuvo aflorar esa sonrisa entre unos labios tímidos. Pero lo conseguí. Y eso me acarreó problemas, pero lo había conseguido. Ahora aún me pregunto, ¿por qué? Pero lo había conseguido.

De repente, ya no había ni confianza ni amigos. Simplemente, la persona a la que yo quería se marchó, dejando tras de sí un reguero de sangre y dolor. La miré, vi cómo caminaba inseguramente, mirando atrás de vez en cuándo, y cómo yo era incapaz de alzar la voz o dar un paso hacia delante. Me quedé mirándola, nada más. Seguía ayudando a la chica, mientras las pesadillas se sucedían noche tras noche: te queremos matar, te queremos matar, estás sola, estás sola. Porque sola era lo único que me daba miedo. Porque la solitud es con lo único que pueden amenazarme.

Seguí adelante, mientras el dolor martilleaba mi corazón, y ayudé cuanto estuvo en mi mano. Ella me devolvió la sonrisa y procuró calmar mis malas muecas, pero no lo consiguió. De hecho, nadie jamás lo ha conseguido. Pero al final, logré dar un paso. Y tras este paso, dos más. Cada vez más rápido, hasta que eché a correr. Pronto vi a aquella persona, dando tumbos entre los arbustos, y pude alcanzarla. Pero, ¿dónde quedó todo el amor?

Las discusiones que se sucedieron, se suceden y se acaban. Miro sin comprender, porque veo sin ver. Pero por más que lo intento, no doy con la respuesta adecuada. Haga donde haga, siempre me equivoco. Haga lo que haga, siempre erro. Y al final me canso. Me canso de mirarme en el espejo y odiarme: odiarme por psicología y odiarme por físico. Y me canso de hablar y cagarla, de hablar y ayudar, de hablar y malhablar. Al final de toda esta cadena, ya no me pasa nada.

Pronto el Rey se hartó de mí, la princesa quedó suspendida en un aire incierto y yo volví a las mugrientas cocinas de las sirvientas. No me gustaba aquel trabajo, pero no quería quejarme. No me gustaba vivir así, pero tampoco quería morir. Quería... algo que había olvidado. Algo tan ancestralmente anhelado que no podía pronunciar.

Me cansé de ayudar. Todas aquellas personas a las que yo había tendido la mano, ¿dónde estaban ahora? Yo era la juzgada. Si bien es cierto que yo fui quien deicidió dejar atrás los miedos y luchar, siempre era la juzgada. Como un cerdo, como una vaca, como una oveja esperando en el matadero.

Aquí estoy en un juicio incierto que de ninguna forma he escogido vivir yo. Sólo sé que no sé nada, y que tampoco quiero saberlo. Quiero esconder la cabeza entre almohadas y desaparecer. Porque, ¿de verdad lo merezco? ¿De verdad soy tan mala persona? ¿De verdad suena todo tan egoísta?

Miro al juez, que me devuelve la mirada con odio. Miro al testigo que apostilla contra mí, que me devuelve unos ojos inyectados en desprecio. Miro al jurado popular, que parece reírse de mí. Y me giro para encontrarme un coro de personas que no conozco y que sí conozco, y todas se regodean de mi estado. Así que miro enfrente, bajo la cabeza y pido perdón.

Y es que, a ver, cuando no tienes amigos, ¿a quién hablarle? Por eso lo cuento aquí.

dimecres, 29 de setembre del 2010

...

Todo se quedó oscuro, aunque yo no decidí apagar las luces. Todo se confundió, aunque yo no decidí cerrar los ojos. Todo murió, aunque yo no escogí cómo pensar. Todo nació, aunque yo no tuve elección sobre mi camino. Sí, quizás con esfuerzo habría podido tener alguna oportunidad pero... ¿cuando todo se funde, por qué luchar? Triste triste, el mundo se hunde.

Y esta es la gota que colma el vaso. No volveré a luchar. Jamás. Adiós a todos.

dimarts, 28 de setembre del 2010

Inmensidad azul.

De vez en cuando, echaba la vista atrás. Conducir había sido, con mucho, lo más sencillo de mi viaje. La verdad es que no tenía el carnet, pero tampoco me importaba mucho. Total, la vuelta ya la tenía solucionada. Me deleité con cada ábrol que entraba en mi campo de visión: recorrí milímetro a milímetro el verde de las hojas, deslizándome por el tallo fibroso acabando en un profundo marrón marcado de matices. Irónico era el día, pues los pájaros piaban y el sol se presentaba bien alto sobre las montañas. Repasé el estado en el que había dejado la casa: la cama sin hacer, la televisión encendida, todo hecho un desastre. Ah, y se me había olvidado regar las plantas, de nuevo. Pero esta vez no iba a permitir que los problemas inundaran mi cabeza, no tenía ganas de pensar más. Puse música -sonaba un preludio de Chopin dedicado únicamente a la mano izquierda de un piano- y me relajé. Podría haberme dormido en ese estado aunque, claro, eso es conducción temeraria.

Ahora pensándolo bien, sonrío para mis adentros. Lo que hice fue una estupidez, de acuerdo, pero era necesario para seguir avanzando en mi "vida". O lo que yo llamaba vida. O lo que yo creía que era la vida. La cuestión es que aparqué, mal, por supuesto, y dejé el volumen bien alto, el coche abierto y las llaves puestas. Reflexioné unos cinco minutos acerca de lo que iba a hacer, pero no encontré más motivos. Entonces, se me ocurrió algo: todavía llevaba la carta en el bolsillo. La dejé sobre el asiento del conductor, era muy importante que la encontraran: en aquel cacho de papel estaban todos los motivos que me inducieron a huir; y también la despedida de mi amado.

Me acerqué al barranco y miré abajo: encontré un enorme mar azul salpicado de manchas grises, las rocas. "Que sea rápido" pensé y clavé la vista en aquella inmensidad sin fondo. Calculé a ojo la distancia: demasiada como para sobrevivir. Miré atrás a tiempo de ver cómo se congregaba la policía y mis familiares cerca del coche. Habían llegado bastante rápido. Entonces, me giré y me dirigí a ellos. Les dediqué una sonrisa, me despedí con la mano y salté.

Y aquí estoy ahora. Muerta.

dissabte, 25 de setembre del 2010

Gracias y perdón.

Si alguna vez te grité, esa no fue mi intención. Lo que pretendía era que mis palabras calaran bien hondo en tu corazón y que, una vez llegaran en el centro de tus emociones, arrelaran fuertes y permanecieran allí durante mucho tiempo. Jamás quise hacerte ningún tipo de daño, pues, si vivía era únicamente para contemplar tu sonrisa día a día.

Tengo que darte las gracias. Ahora es mi momento: cierro los ojos, pienso en ti, muy lejos de aquí, y te doy las gracias. Gracias por darme paciencia, amor, cariño, sabiduría, consejo, caminos, formas, recursos, palabras y todo lo que necesité. Gracias por estar siempre ahí, incluso antes de que te llamara. Gracias por el paraguas que me dejaste cuando la lluvia era tan fuerte que ni siquiera podía verme las manos a través de ella. Gracias por darme un trago de agua cuando el calor era tan sofocante que podría haber acabado con el océano atlántico en cinco minutos. Gracias por decirme tantas palabras bellas. Gracias por hacerme sentir entre algodones y pétalos de rosas. Gracias por darme esta oportunidad: por darme la oportunidad de sentirme querida, de sentirme amada, de sentir que a alguien le importo; por darme la oportunidad de quererte. Y gracias, sobre todo, por amarme.

Te pido perdón. Sí, ahí donde estás, lejos de mí, demasiado lejos donde no puedo oír tu corazón latir. Te pido perdón por esas mil riñas que hemos tenido. Te pido perdón por no haberte dejado un bolígrafo cuando tú no tenías y a mí me sobraban dos. Te pido perdón por haber acudido a nuestra cita diez minutos tarde aun siendo yo la que vivía más cerca. Te pido perdón por no haberte recordado lo muchísimo que te amo, lo enormemente importante que eres en mi vida, más a menudo. Te pido perdón por no haberte podido dar el cielo, la luna y las estrellas en bandeja de plata. Te pido perdón por no estar ahí cuando me necesitabas. Te pido perdón por quererte hasta dañarte. Te pido perdón por los celos y los llantos. Te pido perdón por existir. Te pido perdón por ser yo y no nosotros.

Si aún tenías dudas, te amo. Si aún las tienes, te amo. Si jamás las vuelves a tener, te amo.

dilluns, 20 de setembre del 2010

Sueños cálidos.

Después de mucho pensar en ello, quizás encontré la respuesta adecuada. Me tumbé sobre la cama mirando al techo, con las luces apagadas. La oscuridad me envolvía como una manta acunadora, y en ella, me sentía bien. La verdad es que estaba confusa, puesto a que las veces que pensaba -las raras veces que pensaba- siempre eran para solucionar un problema. Así pues, pasé largas horas en esa habitación, viendo nada, escuchando los coches pasando por la calle y aspirando el olor a polvo viejo.

Cuando cerré los ojos, las imágenes abordaron mi mente como las olas de un furioso vendaval azotan un velero. Y en ellas me perdí, durante extrañas horas. Pensando en todo lo que había pasado: desde el primer beso una tarde de verano hasta el último adiós en una mañana de frío invierno; los largos paseos matutinos bajo una luz incierta, mientras me decías "lo nuestro es siempre y es siempre infinito"; las caricias tiernas en una cama pequeña, y en una cama de dos; las miradas cómplices, las palabras encadenadas enmedio de gente que no entendía nada. Y quizás luego, pensando y soñando, que estabas detrás de mí, tumbado tan cerca que podía sentir el latido de tu corazón. Y divagando entre los espacios en blanco de mis emociones, percibir un abrazo amoroso, muy apretado. Las lágrimas ya resbalaban por mis mejillas cuando desperté y vi todo lo que tenía al lado: negrura.

Abracé un cojín y volví a cerrar los ojos, esperando sumirme en ese sueño cálido. Una vez más. Una última vez más.

diumenge, 19 de setembre del 2010

Así.

Era casi imposible de describir. Como cuando te falta el aire, y por más que inspiras profundamente, los pulmones te siguien pidiendo más. Como cuando el cuerpo, tras un día duro, te pide dormir. Cuando por más que estés sentado, sigues sintiendo cansancio. Así, y así, lo sentía. Así, y así, lo amaba.

http://www.youtube.com/watch?v=VA0IAbizUfg&NR=1

dissabte, 18 de setembre del 2010

Al fin y al cabo, tú.

De pequeños siempre idealizamos cuentos infinitos, con princesas encerradas y maltratadas, con un príncipe azul dispuesto a salvarla del malo dragón. Pero luego, creciendo y muy lejos de la infancia, el dragón es el mejor amigo de esa perra rosa que busca los machos vestidos de turquesa. Muy, muy apartado de la realidad, residen los sueños con los que alguna vez, y de pura casualidad, soñamos. Porque muy, muy escondido entre toda la oscuridad, queda aquella luz, pequeña e ínfima, que brilló con tanta fuerza en nuestros puros corazones.

Luego verte a ti. Dentro de un sueño, un deseo y un anhelo. Luego, verte a ti. Dentro de un mundo, de un universo y de un sistema. Parece imposible que entre tantas palabras tiernas exista el dolor. Detrás de aquella pared, tantas tardes viendo la puesta de sol, ponerse de pie y recibir el mejor beso cada día. Y el siguiente superar el anterior para poder ser superado por la próxima tarde. Vestir vestidos, vestir pantalones y camiseta. Llevar chaqueta, llevar chal, llevar abrigo, llevar bufanda. Ponerse faldas, ponerse tacones, ponerse sombreros. Cambiar siempre, por estación y por tiempo. Pero verte a ti al final de cada día.

El mundo se mueve lentamente a tu alrededor, como una cámara estropeada y vieja, mostrando largas líneas a través de una imagen. Como viendo una foto en blanco y negro, una sepia y una en color. Como ver el niño que eras antes y el adulto de ahora. Como escuchar el ruído infernal de un violín y la cadenciosa melodía de después. Como coger un cubito de hielo, metérselo en la boca y sentir cómo se funde. Moviéndose todo, pero verte a ti. Cerrar los ojos y pensar en ti. Morir cien veces y vivir en ti. Respirar y olerte a ti. Comer y saborearte a ti. Al fin y al cabo, tú.

dimecres, 15 de setembre del 2010

.

Fui a la cocina oyendo sólo mis propios pasos. El mundo estaba en silencio a mi alrededor, pues mis padres estaban trabajando y mi hermano en el instituto. No tenía mucho que hacer, mis deberes descansaban acabados, la televisión emitía programas aburridos y la música ya me sonaba repetitiva. Últimamente no habían sido "mis días". De hecho, había olvidado ya el concepto del "bienestar". Pero aún así, con una sonrisa falsa, los ojos de piedra y el corazón de goma, había conseguido de alguna manera sobrevivir. El reloj anunciaba la una de la tarde, interrumpiendo mi serena ruta. No disponía de mucho tiempo, tenía que darme prisa.

Así entré en la pequeña cocina, equipada con un horno, fogones y encima un estractor; al lado, un gran tablón de piedra de construcción gris cerca de un fregadero con acabados de metal. A cierto miembro de mi familia se le había olvidado poner el lavaplatos. No me entretuve para buscar en la despensa algo para comer; mi objetivo era más concreto. Tampoco pasé por el frigorífico. Directamente, me dirigí al cajón de los cubiertos y saqué un cuchillo. Lo puse enmedio de mi cuello y esperé.

A día de hoy es un tema difícil de tratar. ¿Por qué hice eso? Quería experimentar la sensación de tener una vida entre mis manos, aunque fuera la mía propia. Quería experimentar la muerte de primera mano: tanto el hecho de asesinar el ente vivo como notar la falta de aire. Ese cuchillo me proporcionó la respuesta a una pregunta fundamental: ¿Sería capaz de quitarme la vida? Sólo de pensarlo un jadeo se alzaba por mi garganta, y los latidos de mi corazón se incrementaban considerablemente. Evidentemente que resolví esa duda: Sí, sería capaz. No, no lo hice.

Sin embargo, ¿por qué?

dissabte, 28 d’agost del 2010

...

Miré al frente compeltamente incapaz de asimilar la imagen. Los bordes de mi visión estaban teñidos de un puntillaje desigual de colores en escala de gris. El medio de ésta era una masa blanca con una enorme mancha negra, a modo de diana, como si esperara para que un dardo fuera encajado en su centro. Las piernas me temblaban, inestables, sin poder aguantar ni siquiera su propio peso. Los brazos me rodeaban la cintura temerosos de que, si dejaban de aplicar presión, mi menudo cuerpo fuera a desmenuzarse en pequeños trocitos. Las manos estaban agarrotadas, acabados en unos dedos tensos que estiraban mi ropa húmeda. El pelo me colgaba lacio rozando los hombros y, en otra ocasión, podría haber dicho que cosquilleándome la piel. Mis mejillas estaban mojadas en una sustancia más o menos salada, contaminada por un color negro insano. Mi boca estaba contraída en una amarga mueca, presa de dolor e incomprensión, a medio camino entre una sonrisa y un desconsolado llanto.

Poco a poco fui cediendo y acabé en el suelo, la cabeza entre las rodillas, conteniendo las náuseas. Los gemidos, ya liberados de la prisión de silencio que había creado, escaparon entre los dientes muy apretados. Las lágrimas caían ampliamente, en cascada, en río y en torrente, sobre la piel maltrecha de mi cara. Las manos ahora me apretaban la sien, incapaz de aguantarse a sí misma tratando de caer en un pozo sin fondo.

Muy atrás de su mente, muy atrás de sus pensamientos, muy atrás de sus emociones, muy atrás de sí... quedaba la última frase resonando entre todos los rincones de su ser:

-No quiero saber nada más de ti. Jamás.

diumenge, 8 d’agost del 2010

Vacío.

Miró al frente para encontrarse con una pared blanca salpicada de manchas de humedad. A los lados, un sillón viejo, con los bajos deshilachados y una mesilla destartalada y coja. Enterré la cara entre mis manos, esperando tapar esa visión y disimular la pena que sentía. Su corazón era un bullicio de emociones: culpabilidad, tristeza, enfado, impotencia, desgracia; pero, en el centro de este, una única cosa clara: un vacío inmenso. Todavía la incredulidad rozaba los bordes de sus pensamientos, sin saber si creer lo que había pasado, sin saber cómo había pasado, sin saber por qué había pasado. Su visión, oscura por sus párpados y tapada por sus dedos, iba desvaneciéndose. La habitación, anteriormente gobernada por un silencio pesado e incómodo, fue llenándose de pequeños sollozos. Primero, como una gotera en la cocina, con una musicalidad cadencial. Luego, añadiendo más intensidad e irregularidad al sonido. Al final, no se pudo distinguir si intentaba contener el llanto o intentaba llorar lo máximo posible. Estaba completamente desolado. La certeza de los hechos se le instauró en la mente: muerte, sus seres queridos jamás volverían. Él, salvado de puro milagro, saliendo cinco minutos antes de casa, había sorteado la muerte. ¿Por qué él y no su familia? ¿Por qué él y no su hija pequeña? Su bebé, un ser puro apenas cumpliendo los seis meses que jamás aprendería ni siquiera a decir "papá". Su mujer, habiendo compartido tres años de casados y seis de noviazgo. Su vida, toda su vida, toda su existencia, consumida entre unas llamas fortuitas.

Alzó la cabeza, abrió los ojos y caminó hacia su habitación. Abrió el armario para contemplarse en el espejo de cuerpo entero de una de las puertas. Se vio a sí mismo: la capucha de su chaqueta tapándole los ojos, el pelo largo y despeinado, los pantalones manchados de hollín, los zapatos descordados. Imaginó a su mujer al lado, mirándole los ojos, con su hija en manos, sonriendo sin saber por qué. De nuevo, gotitas de cristal resbalaron por su mejilla. Cayó al suelo, incapaz de mantener su propio peso. Lloró mirándose al espejo: la suerte del alma más pútrida.

divendres, 30 de juliol del 2010

.

Tengo claro lo que quiero, tengo claro mi punto de partida y hasta dónde quiero llegar. Busco respuestas, sin embargo, a los obstáculos que veo a lo largo de mi camino. Sé que será difícil, las metas nunca han sido fáciles de conseguir. Sé que será una aventura complicada y tortuosa, mas no desistiré. No fallaré en la esperanza que hay en mi destino. No caeré por las penas que los demás me dieron. No moriré por los lamentos que no pude expresar a su momento. Aquí estoy yo, en medio de toda la multitud, viendo cómo pasa el tiempo... y aquí estoy yo para no irme jamás.

diumenge, 25 de juliol del 2010

Torpe.

Hace días que no escribo nada. Me he dado cuenta de que mis escritos son puramente personales, sin más que eso. Describen mis sentimientos, mis emociones y mis pensamientos. Mi cabeza trabaja para escribir frases, escondiendo aquéllo que veo con los ojos del alma, y los plasma sobre una pantalla en blanco. Las líneas se llenan de hormoguitas negras, me siento entera y complacida. Generalmente, esto ocurre cuando los sentimientos malos ocupan demasiado espacio en mi corazón. Cuando soy feliz, estoy contenta, puedo demostrarlo. Cuando estoy triste, estoy enfadada, no soy capaz de decírselo a nada. ¿Problemas de comunicación? Tal vez.

Y vuelvo a pensar, de nuevo, comencemos desde cero: ¿qué sientes, Aina? La pregunta aflora entre los pliegues de un pensamiento muy turbio. ¿Qué siento? Ahora miraré dentro: algo me oprime el pecho, me cuesta respirar, estoy angustiada. Punto positivo, "angustia". ¿Qué más? Algo no me gusta, no puedo soportarlo, es algún tipo de enojo. Bien, punto positivo de nuevo, "enfado". Sigue, hay aún. Rabia, dolor, tristeza, melancolía, pena. Sale todo de golpe. Conmigo, puedo hablar. Los demás no son más que un estorbo para la fluidez de mis emociones.

Tú me molestas, joder. Para de meterte en mi camino. Te lo he dicho miles de veces: te odio. Entorpeces mis movimientos, lo entorpeces todo. Ni siquiero te considero una amistad. No eres nada para mí, joder. No te quiero. No, apártate, vete muy lejos, donde no pueda verte. ¡Ahora, lárgate de mi puta vida!

diumenge, 18 de juliol del 2010

Vos.

Debiendo escoger uno de los roles de la vida, quise el de sirvienta. Debiendo escoger uno de los señores de la vida, os quise a vos. Debiendo escoger uno de los trabajos de la vida, quise brindaros la alegría. Debiendo escoger uno de los sentimientos de la vida, quise el amor hacia vos. Debiendo evadir una de las desgracias de la vida, quisiera no perderos jamás. Mío fue el placer de encontraros, mío fue el placer de conoceros y mío es el lamento de perderos. Os amo tanto que las palabras no pueden escapar de mi corazón enrejado entre suspiros. Si yo pudiera... si la Luna me diera las fuerzas, pediría vuestro sol brillando sobre nuestras cabezas. Oh, mi señor, doy parte y juro por esta tierra que piso y este aire que respiro... que vos sois todo cuánto deseo. Oh, mi señor, prometo por esta persona que veo en mi espejo y por esos sentimientos que noto al despertar... que vos sois lo que más quiero.


Aspiraciones, penas, lamentos, sueños e ilusiones. ¿No es cierto que todo eso quedó atrás? Entre su corte, yo era la sirvienta más callada. Entre sus favoritos, yo era la menos indicada. Mugrienta, harapienta, sucia. Entre todas sus pretendientas, yo era la menos bella. Y aún así, por un instante, el brillo de su mirada se posó en mí; y mis ojos brillaron a su vez. Sus labios moviéndose para pronunciar palabras imposibles. ¿"Te quiero" tal vez dijo? Y yo, mi señor, acercándome a su trono para verle directamente. Acaricié la seda de sus ropas, la seda de su piel, la seda de su calor corporal, la seda de sus labios. Mantos y mantos de seda para tapar un corazón joven y fuerte.


¿Por qué, majestad, por qué soy sólo su sirvienta? ¿Por qué jamás yo seré una princesa? Vos, altivo, sagaz, leal, imponente, respetable; vos, tierno, dulce, cálido, fugaz; vos, carnicero, temible, despiadado, justo; vos... y sólo vos y su persona. Vos quien eclipsáis todo lo demás. Decidme, pues, hasta dónde abarca vuestro reino. Y decidme, también, si tuviera el placer, sólo una vez y una última vez, de un escueto "os amo" y un "hasta al anochecer". ¿Vos... me lo concederíais?

dissabte, 17 de juliol del 2010

Bye bye.

Jamás pensé que de verdad te estaba entregando la vida. Lo decía proque... "te amaba". Pero ahora sé y soy consciente de ello, que sin ti no quiero vivir. Y como no quiero nada sin ti, ahora que no te tengo. Adiós, life mine.

dimecres, 14 de juliol del 2010

Algo.

Me escuecen los ojos. Hay un tipo de sensación que me oprime el pecho. Estoy tranquila porque he obligado a mi mente a calmarse, a pensar las cosas fríamente y a decir "basta" al dolor. Pero aún así, es insoportable. Una vez colocada una barrera entre pensamientos y sentimientos, trato de analizar la situación. Pero es imposible. No sé cómo reaccionar. En una ocasión leí que las obviedades costaban de ser localizadas, ya que el cerebro las establece como "situación normal" y las elimina de la lista de posibilidades. Aún así, no sé si espero algo obvio. Sé que ha pasado algo malo. Sé que tengo algo que solucionar. Pero ni identifico el núcleo del problema, ni sé la forma de desembrollarlo. Me pican los ojos, las lágrimas se han instalado en ellos, haciendo que el dolor incremente. Este daño que siento, esto tan desagradable, es prueba de que el mundo existe. Y aún así, es insoportable. Ahora mismo veo una pared negra, muy oscura, como una caída libre sin final. No le veo el fondo al pozo. No sé la forma de salir de él. Estoy atrapada. Las lágrimas resbalan por mis mejillas. Algo tranquilizador. Algo normal. Algo habitual. Algo triste.

dilluns, 12 de juliol del 2010

Ayer.

Era de noche, noche oscura. A lo lejos se advertía el ruido de la calle. Cerca, muy cerca, rezaca una melodía "I love you more than anyone in my life". Y aún más cerca, rozando su piel, un calor húmedo se adhería a su cuerpo. Se adivinaban más sonidos: el tecleteo de un ordenador, bocinas de coches, una respiración pausada y un corazón alterado.

Una habitación. Eso era todo lo que cabía en su campo de visión. Mucha negrura rodeando una estrella. Porque, en medio de ese habitáculo, algo brillaba con fuerza. Una sonrisa, quizá. Unos dientes blancos que alforaban de unos labios tersos y rosados. Y ahora lo entendía, por eso ella también sonreía.

Un poquito más lejos de esa sonrisa, había una piel pálida. Por encima, cabello oscuro (confundiéndose con la negrura ya imperiante) cayendo sobre unos hombros anchos. Más abajo, sólo un mar revuelto de sábanas. No podía apartar la vista. La música cesó dejando un silencio cargado. Un silencio demasiado lleno de palabras.

-Dime algo -susurró.

-Te amo -contestó él.

divendres, 9 de juliol del 2010

Apear.

apear.

(Del lat. *appedāre, de pes, pedis, pie).

1. tr. Desmontar o bajar a alguien de una caballería, de un carruaje o de un automóvil. U. m. c. prnl.

2. tr. Maniatar a una caballería para que no se escape.

3. tr. Calzar algún coche o carro, arrimando a la rueda una piedra o leño para que no ruede.

4. tr. Reconocer, señalar o deslindar una o varias fincas, y especialmente las que están sujetas a determinado censo, foro u otro derecho real.

5. tr. Cortar un árbol por el pie y derribarlo.

6. tr. Sortear, superar, vencer alguna dificultad o cosa muy ardua.

7. tr. Quitar, destituir a alguien de su ocupación o cargo. U. t. c. prnl.

8. tr. coloq. Disuadir a alguien de sus opiniones, ideas, creencias, suposiciones, etc. No pude apearle de su propósito. U. t. c. prnl.

9. tr. Arq. Sostener provisionalmente con armazones, maderos o fábricas el todo o parte de algún edificio, construcción o terreno.

10. tr. Arq. Bajar de su sitio alguna cosa, como las piezas de un retablo o de una portada.

11. tr. coloq. Hond. Matar a alguien. En El Salvador, u. c. prnl.

12. intr. desus. Andar a pie, transitar, pasar de una parte a otra.

13. prnl. Cuba, Ec. y Hond. Tomar las viandas con la mano, prescindiendo del cubierto.

14. prnl. Cuba. Decir o hacer algo inesperado, que generalmente ocasiona un trastorno.

15. prnl. Cuba. Dar una cantidad de dinero para algo. Se apeó CON cien pesos.

16. prnl. desus. Hospedarse, alojarse.

de apéame uno.

1. loc. adv. Cuba. De baja calidad.



Así señores, tenemos que, cuando no sepamos qué verbo usar para definir algo específico, el comodín "apear" nos sirve para todo. ¡Apear lo significa todo +1!

Vamos, apear es mucho mejor que decir "épico". ¿Esta canción es épica? ¡Esta canción es apeática!

dissabte, 3 de juliol del 2010

Fic Cazadores de Sombras (Magnus y Alec)

-Pero te amo

-Alec, no dudo de tus sentimientos. Mírame, tengo ochocientos años. He conocido mil críos como tú, de veras, no dudo de tus... palabras. Pero esto es serio. Yo te quiero. Te quiero de verdad.

-Yo igual, Magnus. ¿Cuál es el problema?

-Tú eres el problema. La homosexualidad no se contempla entre los cazadores de sombras, ¿por eso eres incapaz de actuar? No puedes contárselo a nadie. Titubeas y parece que te avergüences de nuestra relación; aún más, no reconoces tal relación. Pero yo sí. Y quiero pruebas -repuso el mago con dureza.

-Las tendrás.- prometió el joven muchacho.



Realmente, las palabras adecuadas nunca habían sido su fuerte. Ni siquiera era un excelente cazador de sombras, aún así, su trabajo se le daba medianamente bien. Sabía hablar, incluso, cuando los temas no le incumbían. Pero cuando se trataba de su vida personal, el chico era un desastre. Amaba el brujo, pero no sabía cómo decírselo a su familia. Al final, entre trompicones, dudas y titubeos, consiguió sacar la fuerza necesaria para expresárselo a sus padres. La reacción fue contraria a la esperada: comprendieron. El alivio fue tal que cada músculo del joven se relajó, hasta parecer unos centímetros más bajo que cinco minutos antes. Fin a la historia, o más bien, comienzo de la era feliz. Todo el tiempo del mundo para pasarlo con Magnus.



-¿Contento? -replicó Alec.

-Más que eso, mi amor -el brujo torció el gesto en una sonrisa picarda.

-Podríamos... bueno, podríamos celebrarlo -un destello tímido centelleó en sus ojos azabaches.

En un rápido movimiento, el mago estaba ya enfrente del joven. Comenzó besando su cuello, dulcemente, mientras el cazador se estremecía. Lamió su cuello, desde debajo de la barbilla hasta la clavícula, donde le mordió. El muchacho se estremeció, enrojeciendo violentamente.

-Te veo... apurado -rio Magnus.

Rápidamente volvió a subir por su cuello, con rápidos y difusos besos, hasta pararse al lado de su boca. Mirándole fijamente, sacó la lengua, acercándola peligrosamente a los labios de Alec. Jadeante, el muchacho pasó los brazos por detrás del mago, aferrándolo contra su cuerpo. El brujo le lamió la comisura de la boca, introduciendo la lengua y provocando un éxtasis casi irrefrenable. Mientras se ocupaba de un apasionado beso, colocó las manos encima del torso del cazador, bajando lentamente, acariciándole. Llegó a sus pantalones y, mientras mordía los labios de Alec, le desabrochó los pantalones.

-Eh eh eh eh -jadeó- pa... para.

-¿Qué pasa, pequeño? ¿No quieres jugar? -le desafió Magnus.

-¿Si quiero jugar? -replicó incrédulo.

-Jugar... a esto -la mano del brujo se deslizó bajo la ropa interior del joven muchacho- ¿quieres?

-Lo... necesito -contestó apurado.

dissabte, 26 de juny del 2010

Bien está lo que bien acaba.

dijous, 24 de juny del 2010

._.

Me recuerdo a mí misma, querida Aina, que te estás preocupando por la novia del tío que te gusta y que estás respondiendo estúpidamente sólo para calmarle. Y por si eso no fuera suficientemente denigrante, te deshuesas para tranquilizarle y te preocupas por ella. Genial, Aina, eres altruísta y estúpida.

dimarts, 22 de juny del 2010

Épico.

épico, ca.

(Del lat. epĭcus, y este del gr. ἐπικός).

1. adj. Perteneciente o relativo a la epopeya o a la poesía heroica.

2. adj. Dicho de un poeta: Cultivador de este género de poesía. U. t. c. s.

3. adj. Propio y característico de la poesía épica, apto o conveniente para ella. Estilo, talento, personaje épico

4. f. Poesía épica.

¿De dónde sacáis las adaptaciones de la palabra "épico"? Por todo decís: música épica, episodio épico, libro épico, totalmente épico. ÉPICO, ÉPICO, ÉPICO. Pero... ¿tenéis puta idea de lo que significa épico? xD.

Tsss.

Temía que se descubriera todo el pastel, en parte, porque yo me vería afectada. Pero el miedo es un sentimiento propio de la especie humana, y por eso no lo desprecié ni lo deseché. Me parecía perfecto sentirlo: una muestra más de mi vida. Si las cosa sno se hubieran sucedido como iban en marcha, creo que el mundo giraría más alegremente para mí. Pero NO. Así que ahora puedo decirte, honestamente, que te odio. Y cuanto más tiempo pienso en ti, más crece mi odio.

dimarts, 15 de juny del 2010

Cazadores de Sombras (II)

-Se me ocurre -dijo Hodge-, que los dilemas del poder son siempre los mismos.
Clary le dirigió una mirada de soslayo.
-¿A qué te refieres?
-Pensaba en tu Simon -explicó Hodge-, y en Alec y Jace, entre otros.
La joven echó una ojeada por la ventana. Llovía, con truesas gotas espesas salpicando los cristales. El cielo era de un gris impenetrable.
-¿Qué tienen que ver unos con otros?
-Donde existe un sentimiento que no es correspondido -respondió Hodge-, existe un desequilibrio de poder. Es un desequilibrio que es fácil de aprovechar, pero no es un modo de actuar sensato. Donde hay amor, también hay a menudo odio. Pueden existir el uno al lado del otro.
-Simon no me odia.
-Puede llegar a hacerlo, con el tiempo, si siente que lo estás utilizando. -Hodge alzó una mano-. Ya sé que tú no tienes intención de hacerlo, y en algunos casos la necesidad pasa por encima de la delicadeza de los sentimientos. Pero la situación me ha traído otra a la mente. ¿Todavía tienes esa fotografía que te di?

Cazadores de Sombras (I)

Se inclinó para besarla, sujetándole el rostro con la mano libre. Sus labios se tocaron, levemente al principio, y luego con una presión mayor. Fue precisamente en ese momento cuando Simon abrió completamente la puerta del dormitorio y salió al pasillo.
Parpadeaba, estaba despeinado e iba sin gafas, pero podía ver bastante bien.
-¿Qué demonios? -inquirió, en voz tan sonora que Clary se apartó de un brinco de Jace como si su contacto la quemara.
-¡Simon! ¿Qué estás...? Quiero decir, pensaba que estabas...
-¿Dormido? Lo estaba -repuso él.

[...]

-No le he invitado a mi cama -replicó ella con brusquedad.- Solamente nos estábamos besando.
-¿Solamente besando? -El tono de Jace se burlaba de ella fingiendo dolor-. Qué de prisa desechas nuestro amor.

[...]

-Oye, lo siento, ¿de acuerdo? No era mi intención besarle; simplemente sucedió. Sé que no te gusta.
-No -respondió Simon con mayor frialdad aún-, no me gusta la soda sin gas. No me gustan los grupos de pop cutres. No me gusta verme atrapado en el tráfico. No me gustan los deberes de matemáticas. Odio a Jace. ¿Ves la diferencia?

dissabte, 12 de juny del 2010

Sueños.

El cielo parecía nublado, mostrando esa lúgubre tonalidad negruzca. Las verdaderas nubes se paseaban pesadamente dibujando el claroscuro sobre la ciudad. La gente se reunía en los pequeños bares, charlando desganadamente sobre temas mundanos. Las cucharillas removían el café, como cada día. El sol se había tomado unas pequeñas vacaciones desde el inicio de esa semana. Los edificios parecían haber perdido toda la esperanza; sólo brillaban por el reflejo de la tenue luz diurna sobre sus ventanas. Las calles tenían un deje aburrido y triste.

Esta vez el negro era opaco. La envolvía como si fuera un huevo, con la única diferencia que su prisión no era, para nada, protectora. Estaba atrapada en una pesadilla de tonalidades muy oscuras. Su pelo, sin embargo, reflujía con los colores del sol: amarillo, rojo y naranja. Los mechones se le arremolinaban en la cara, cerca de los ojos, creando rizos que caían rozando al piel de su cuello hasta llegar a su espalda. Tenía la cara muy pálida, como si el color la hubiera abandonado a causa de toda la oscuridad circundante. Tenía un color rosado pálido, enfermizo, febril. Demostraba la energía que se iba agotando. Lo más destacable en ella eran sus ojos: dos gemas de un verde intenso, verde esmeralda, un color puro. Eran los dos puntos de esperanza entre el miedo. Sus largas pestañas, azules, dibujaban sombras sobre su cara. Miraba hacia abajo, un punto situado a la izquierda de su cuerpo. Soñaba en un paisaje muy lejano, poblado de árboles, con casas diminutas y un rebaño de cabras royendo hierba despreocupádamente. Soñaba con el peso de su lucha, la carga de no saber si volvería a ver un amanecer. Soñaba con el hombre que dejó atrás, su fornido cuerpo, su cabello dorado, sus ojos marrones intensos. Soñaba con la libertad, dudosa de si alguna vez gozó de ella. Soñaba...

No levantaba la vista. No tenía fuerzas para hacerlo, tampoco ganas. Poco a poco, fue fijándose en que la silueta de una mano negra, se le acercaba. Extendida, ofrecía la salida de aquel pozo de tristeza. Dudas, dudas y miedo de tomar la mano salvadora. Dudas, dudas y miedo de que fuera lo correcto. Alargó la suya para entrelazar sus dedos con los negros. De pronto, un dolor muy intenso le curzó el pecho. Levantó la cabeza, moviendo su brillante pelo hacia atrás, y gritó.

El sueño se cortó, dejando de nuevo una pesada negrura. No había mano esta vez para ayudarla a despertar.

divendres, 11 de juny del 2010

Volvía a ser esa sensación. Como en caída libre, tu ánimo procesaba tantas emociones, que se desplomaba por su propio peso. No se podía sentir nada más que un dolor muy profundo y arrelado en el pecho. Las lágrimas inundaban los pensamientos, recorriendo las mejillas, las manos, hasta llegar al suelo. Había miles de ellas, miles de millones. La tierra indiferente las abosrbía sin más. Se sentía traición, se sentía odio y mucha mucha añoranza. No quería que todo acabara, y menos por dos palabras estúpidas que no se tomaron como debiera. Una lástima, una auténtica lástima.

dijous, 10 de juny del 2010

Castillos en el aire; y no es por mi bien.

dimecres, 9 de juny del 2010

Problemas.

Es ahora cuando necesito alguien de confianza a mi lado. No me refiero a una pareja atenta o a una mano amiga. Necesito a alguien que esté conmigo, a quien yo pueda ver, alguien que me sepa dar ánimos. No quiero un "tranquila, todo pasará, ánimos" no quiero un "tienes razón, por cierto...". Quiero un poco de atención y tranquilidad. Quiero estar con alguien que cuide de mí. Sólo un rato. Luego ya podré volver a estar sola. Como siempre, sola.

Problemes.

Encens la televisió per veure el resultat del partit de diumenge i et trobes amb la programació suspesa per un terremot a l’altra punta del món. Cerques entre les altres cadenes de televisió el telenotícies i només et parlen de l’aniversari del tsunami de fa tres anys. Et fartes i vas a llegir el diari. A la primera pàgina, un especial sobre la tala massiva d’arbes. Deixes el paper, completament desanimat i et dirigeixes a la ràdio. Parlen sobre violacions a nenes de catorze anys. Completament tip dels problemes de la societat, et tanques a l’habitació a llegir un llibre sobre naus especials.

La irrealitat dels fets del teu voltant no t’importa. Et creus que res et pot passar fins que un dia, descobreixes que no és així. La bombolla que t’envolta és tan o més fràgil que la de la gent que ja ha patit desgràcies. No te n’adones que amb un sospir, la teva vida pot donar un gir de tres-cents seixanta graus, i veure’t a tu mateix al carrer, amb la casa destruïda o fins i tot mort. Desperta i obre els ulls, nano, això no és un joc.

dilluns, 7 de juny del 2010

Música.

Se enciende el reproductor de música y una suave voz inunda la habitación. Como un huésped indeseado, con cautela, recorre toda la casa. Primero, visita la cocina y su nevera: nada interesante para comer. Luego, pasa por el baño, comprobando una gotera que acompaña su ritmo. Sigue por los dormitorios, probando cada cama, imaginando cómo se debe soñar en ellas. Se sienta en el sofá y vuelve al lector de «cedés». Suspira. No hay nadie en todo el habitáculo para poderla oír. Esa voz, que canta cada vez que alguien la llama. Esa vocecita, la que alegra las mañanas y duerme por las noches. Se apaga el reproductor de música y la señorita fina se esconde.

diumenge, 6 de juny del 2010

Loca.

Batir las claras a punto de nieve. Juntar la yema de los cuatro huevos con doscientos gramos de azúcar y doscientos de harina. Batir bien. Una vez realizado esto, mezclar las yemas con la clara. Añadir un sobre de levadura poco a poco.

Bip.

La tele se apaga y una sombra se levanta hacia la cocina. Coge cuatro huevos y repite toda la operación anterior. Cuando lo tiene listo, no sabe qué hacer. Enciende la televisión de nuevo, pero el programa ya ha acabado. Mira su comida cruda con ojos extraños. No la quiere, y tampoco sabe qué hacer. La tira al suelo, haciendo que el suelo se vuelva pegajoso. Le resulta divertido y comienza a chapotear entre el engrudo. Canta, ríe y baila. Está loca. La sombra está loca. Completamente loca.

Tu

Tothom pensa que cada persona és un món. Tothom pensa que el que som per fora canvia per dintre. Tothom pensa que portam una cuirassa que no es pot trencar. Tothom viu darrera aquesta careta d'hipocresia. Tothom mor sense revelar-se completament. I és cert. Per dintre tenim els sentiments individuals, les paraules que ningú pot saber, el dolor que no pot florir, l'amor que no ha estat correspost, les pors que no sap ningú. Pero fora hi ha l'alegria de ser vius, la felicitat de tenir-nos els uns als altres, la tristesa de la mort d'un parent, la serietat dels negocis, la indiferència de la ignorància. I què més. Hi ha persones molt naturals, que no tenen problemes en mostrar-se tal com són. N'hi ha poques, però n'hi ha.

Quan penso en tot el que hem passat junts, em ve una lleu sensació de melancolia. No sé si voldria estar amb tu, o la por de tornar-me a fer mal em diria que fugís. Certament, no sé si ara t'estimo tant com et dic. Potser és un capritx. Vull pensar que no és així, és clar, però la veritat fa mal sempre. A vegades crec que mai ens hauríem d'haver conegut. Però tot això canvia quan sento la teva veu molt a prop de la meva orella. Quin tipus d'amor seria aquell que no em permet veure't tal com ets. Tu, la única persona que veu el meu interior. Tu, la única persona que mostra el seu interior. Tu, que no jutges entre les dues personalitats. Tu, que no tens dues personalitats. Tu, tu, tu, i tu.

dimecres, 2 de juny del 2010

Tornar-hi.

Lloc: Aquí.
Ubicació: Aquí.
Hora: Ara.
Minuts: Ara.
Temps: Sol.
Calor: Sol.
Viure: Foll.
Sentir: Foll.
Amor: Més foll.
Odi: Més foll.
Paraula única: Tu.
Món: Tu.

Ho llegeix en veu alta un altre cop. No es queda amb bon gust de boca. Ho torna a llegir. No hi està conforme. "On em puc haver equivocat?" es repeteix per obtindre una respota. No l'aconsegueix. "Doncs crec que no és culpa meva". Ho torna a llegir. "Això no hauria d'ésser així". Vol canviar alguna cosa i el bolígraf no li respon. El frega fort contra el paper i l'esgarrapa. "Genial, ara no es pot llegir".

Torna a escriure:

Lloc: Aquí.
Ubicació: 5 centímetres més lluny.
Hora: Ara.
Minuts: 5 minuts més tard.
Temps: Sol.
Calor: 5 graus més.
Viure: Foll.
Sentir: 5 vegades més folls.
Amor: Encara més foll.
Odi: Cinc vegades encara més foll.
Paraula única: Tu.
Món: Tu.

Ho torna a llegir. Hi ha dues frases que no podrà canviar mai. Ho vol tornar intentar quan, de sobte, tira el bolígraf a terra i espera. "Això no està bé". I torna a escriure:

"Món: Tu, ella i jo"

Ho llegeix. No està conforme. No és així com hauria d'ésser. Si posa una mentira, se sent malament. Si posa una veritat, no li agrada. Les paraules fereixen, però els fets encara més. "No està bé, això no està bé" no para de repetir-se.

"Vida: Cinc milions de minuts malastats darrere els teus aliens zels".

Que no em creu, que sí que ho fa, que no em creu, que sí que ho fa, que no em creu, que sí que ho fa, tornam a començar. "M'estima, no m'estima, m'estima, no m'estima, m'estima, no... sí..." esflores una margalida. "No m'estima, potser, però jo a ell sí" es convenç.

dimarts, 1 de juny del 2010

Ahora.

Ahora lo de dentro es un sueño. Fuera es una realidad. Ahora aquí dentro vivo sin vida. Ahora allí fuera vivo sin vida. Ahora no existo. Ahora nada es lo que debería ser. Morir de nuevo. Ahora ni siquiera soy. Ahora no es.

dijous, 27 de maig del 2010

Nana & Hachi

Nana, he estado esperando este momento durante mucho tiempo. He imaginado que te arrepentías de todo y que deseabas que estuviera a tu lado. He soñado que todo lo que me decías no eran más que palabras que salían de una mente inconsciente manipulada por el odio. Creí que jamás volverías a mi lado porque la suerte estaba echada y en tus resultados no contaba yo… Me llegué a sentir abandonada y desdichada, como cuando a Hachi le deja su novio. Me hubiera pasado horas en la cama, tratando de esconderme tras esos sueños que resultaban más felices, intentando sofocar mis lágrimas mientras pensaba que no podía estar pasándome algo semejante. Recuerdo que sentía que todo era injusto, que era mentira, que no había hecho nada malo. Puedo decirte que estaba acabada, que sin ti… no era más que una muñeca de trapo a la cual podías acudir para morder y jugar con ella mientras te esperaba en la estantería escondida de tu corazón. Noté cómo te marchabas y me dejabas sola mientras tú intentabas vivir feliz. Vi cada una de tus caídas y corrí tras de ti para intentar ayudarte mientras tú intentabas que me alejara… Me hice tan pesada que incluso yo noté mi lastre. Creía que hacía lo mejor… pero no paraba de hacer un desastre tras otro. Me sentí desfallecer y me resigné a esperarte… una vez más.

Mientras Hachi esperaba en un rincón, Nana, tú rehacías tu vida. Quizá intentaras dañarme para que me alejara, pero sé que tratabas de que me fuera intentando causarme el menor trauma posible. Tú, Nana, mantenías mi risa en alto, hacías que tuviera fuerzas para poder continuar cada día hacia delante. Recuerdo que fuiste el motivo de mi vida en un sentido u otro… Ahora ya no soy tan pesada, ¿verdad? Intenté cambiar para poder estar a tu lado, quise hacerlo y lo estoy haciendo poco a poco. Sé que aún tengo miedo de decirte que te quiero, por posibles represiones. No quiero causarte más problemas, quiero que esto acabe ya. Quiero estar junto a ti y que tú vuelvas a mi lado…

Ahora que volvemos a estar juntas, como lo están Nana y Hachi, nos has dado estos motes. Me has dicho palabras que van sanando mi corazón herido. La muñequita de trapo ha sido retirada de la estantería para reemplazarla por la lámpara de luz clara que nos hacía falta a las dos. Quizá todo lo que estoy diciendo no haga más que empeorar las cosas, mi querida Nana, pero cierto que hay veces que esta pequeña Hachi necesita desahogarse. Tengo intención que hablar esto una vez más y luego.. luego dejaré el tema. ¿Por qué? Porque sé que ya es suficiente… como tú bien dijiste: a veces a las personas las une el destino y no un simple capricho de dos. Entonces si es el destino, ¿qué más da cuántas palabras te diga? Sabes todo cuanto te he dicho, pero no te crees todo cuanto sabes. Quiero que me comprendas: quiero que entiendas que no te guardo ni guardé, ni mucho menos guardaré, rencor alguno y que quiero que volvamos a ser tan amigas.

Dicho esto quiero aclararte que no necesito que volvamos a montarnos una historia de que estamos saliendo. Es cierto que eso para mí suponía un alivio, esa broma para mí significaba mucho. Pero no necesito historias ficticias de que somos parejas, sólo necesito que me devuelvas esa mano amiga mientras yo trato de recomponer esa sonrisa tuya. Ciertamente no creo que tengo valor para pasarte este escrito… Pero igualmente quise dedicarle unos minutos de mi tiempo para que alguien pudiera saber todos mis pensamientos abiertamente. Me he guardado demasiadas cosas y quizá ahora ya no recuerde ni yo lo que sí o lo que no…

No quiero que te tomes ninguna de mis palabras a mal, y lo sabes. Ahora ya creo que sí, que me he hecho demasiado pesada con el maldito tema este… Pero aún así, voy a añadir una última cosa. Quiero que si llegas a leer esto, lo conserves mientras quieras estar conmigo. Quiero que lo conserves porque no voy a consentir ni una lágrima tuya porque estás triste. Esas lágrimas no las permito, porque quiero ver una sonrisa permanente y sincera plasmada en tu rostro. Quiero que tus ojos rían y no se hable más. Yo seré el ángel (o el demonio, según tú prefieras) que te recuerde que siempre queda esa última esperanza…


-Palabras bonitas ya no quedan. Y si las hay, dime dónde. Todo lo que fuíste (lo que fui) se ha ido por la escobilla del váter. No nos queda, ni siquiera, un recuerdo dulce que nos haga sonreír. ¿Has visto la cantidad de dulzuras que dije en ese tiempo? Ay, mi querida, lo hemos perdido todo. Y creo que, con el tiempo, tú también te darás cuenta. No eres nada en este mundo. No lo serás jamás.