dissabte, 18 de desembre del 2010
Fuerzas.
Pongo la mano sobre mi corazón y noto sus acelerados latidos. Inconscientemente, y como si el tacto fuera real, lo acaricio como a un animal asustado e intento calmarlo. Todo irá bien, quiero creer, porque realmente, quiero que todo salga bien. Si esto fuera algún tipo de juicio, debería jurar sobre un montón de documentos que se consideran casi sagrados. Sí, papeles. Son tan frágiles que la lluvia y el fuego pueden destruirlos; pero son terriblemente importantes. Si estuviera en una iglesia, rezaría a Dios y rogaría por su ayuda. Si estuviera delante de un animal salvaje, trataría de escapar sin captar su atención. Si estuviera delante de otra persona, cuidaría mis palabras con extrema delicadeza. Pero cuando miro al cielo y veo las estrellas brillando, la Luna acunándolas y el viento meciendo los ábroles, recuerdo donde estoy. En la vida real, en el ámbito tangible del universo abstracto. Así que aparto mi mano helada y cierro los ojos. La hierba me cosquillea la piel. Las lágrimas muerden mis mejillas. Ahora respiro hondo y lo prometo. Porque ésta es la promesa que recordaré toda la vida. Porque ésto es lo que debo cumplir. Y porque, aunque la tristeza se hunda en mi pecho, debo sobrevivir.
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