divendres, 30 d’octubre del 2009

Murmurando.

Siento tu cuerpo sobre el mío, el roce de la piel cálida y tierna. Los movimientos suaves y curvilíneos, acompañados del sonido de tu dulce voz. Noto el tiempo pasar lentamente, fluyendo entre la poca distancia que hay entre ambos. Los minutos se alargan, evitando cruzar demasiado rápido nuestra forntera. Acarician mi cuerpo, suavemente, como una mano. La habitación está oscura, en silencio, sumida a nuestra magia. La temperatura es alta, natural, agradable. Mis sentidos se posan en tu boca, en tu cuerpo, en tu voz, en tus manos... Mis ojos están cerrados, imaginando corrientes de sensaciones provocadas por ti.

Me acaricias como si fuera el último gesto de ambas vidas. Me besas como si no hubiera más momentos en el mundo. Noto tu piel alrededor de la mía, abrazándome. Tus células besando las mías, tu mente pensando en mí. Te recorro ocupándome tan solo de ti, sólo estando contigo. Te amo como nunca te he amado... me gustas como nunca me has gustado. El cariño fluye a través de la habitación, chocando contra los segundos que avanzan un poco más deprisa.

Te acercas a mi oreja y me murmuras: "Te quiero" , y un éxtasis se apodera de mí.

dijous, 29 d’octubre del 2009

Robbie.

La veía alejarse con el coche. Desde la ventana de mi habitación podía contemplar sus saltos de entusiasmo, cogida de la mano del señor Wenston. Los engranages de mi cabeza de latón me decían que no tenía que dejarla marchar, pero soy un robot y no podía fiarme de esa sensación. Ahora ya sé que la "intuición" también la sentimos las máquinas. Me quedé sentado sobre la silla mientras veía cómo se alejaba cada vez más. Una sensación de intranquilidad se apoderó de mis microprocesadores. Me observaban, estaban pensando en mí. Giré la cabeza mirnado toda la habitación; no encontré nada extraño. La sensación iba incrementándose y llegué a sentieme cerrado, claustrofóbico. Sabía que algo pasaría pronto. Volví a mirr por la ventana, sin divisar el coche. De golpe, se abrió la puerta a mis espaldas con violencia. La señora Wenston pasó la puerta mirándome con mala cara. Me dio la sensación de que no iba a pedirme ayuda para algún trabajo. Los circuitos se conectaron y comprendí mi intranquilidad: no volvería a ver a Gloria. Sabía que no debía (ni podía) hacerle daño a la Señora, pero sí que podía escapar. Intenté salir por la ventana, pero los cristales rasgaron mi metal y caí al suelo. La Señora Wenston salió con cuidado para no cortarse y me cogió por el cogote.

Al lado de la casa descansaba un camión de recogida de basura. Si hubiera tenido un sistema productor de lágrimas habría llorado mientras comprendía mid estino; pero sólo podía mostrar indiferencia y dejarme manipular. Veo cómo me alejo cada vez más de mi hogar, de Gloria, del señor Wenston... y de la Señora Wenston, a quien también respetaba. Cierro los metálicos párpados y me abstraigo con el sonido del choque de basura a mi alrededor. Cómo me gustaría no tener alma...

dimecres, 28 d’octubre del 2009

No.

Llévatelo. No quiero mi corazón si tú no estás dentro de él. Desaparece. No quiero verte más. Estaré bien sola, lloraré mis penas y aguantaré mis dolores. No quiero más retrasos. Tú impediste que me hiciera mayor, me mantuviste con esa sonrisa de niña pequeña a tu lado. Pero ahora ya no es así. No quiero nada más si tú no estás conmigo. Llévate mi corazón, arranca mi alma y roba mi conciencia. Adiós.

dilluns, 26 d’octubre del 2009

Oscuridad.

Me siento pequeña, perdida y atrapada. No sé dónde estoy, sólo veo oscuridad allá donde miro. La extensión es tan amplia que no veo dónde acaba. Tengo conciencia de mi cuerpo, puede que incluso lo esté viendo ahora, pero mis ojos inexistentes no comprenden la imagen. Es como una ilusión, como si me lo imaginara. No respiro, no tengo necesidad. No oigo el latido de mi corazón, porque si lo oyera, estaría disparado debido a mi miedo. ¿Dónde estoy? Oh, Dios, por favor, quiero despertar. Me sientro abtraída por la oscuridad, como en un torbellino de sensaciones. La belleza de la maldad me acapara, como una amante de mil caras: ninguna que desee besar. Mi alma es la que me permite seguir sintiendo el alrededor. El corazón sentimental sigue analizando mis emociones. Quiero salir, quiero irme, quiero despertar de esta pesadilla... si es que estoy soñando. Una sensación de claustrofobia se apodera de mí: no sé si puedo moverme, estoy paralizada. Noto las manos (si todavía tengo) atadas encima de la barriga, creo que mi cuerpo está entumecido. Me rebullo para liberarme de las cadenas pero no obtengo respuesta de mi cuerpo. ¿Qué me está pasando? Quiero moverme, quiero liberarme. ¡Soltadme! Intento gritar, pero no tengo voz. Me noto cansada, aún no quiero dormir. No, debo salir de aquí, pero ni tan siquiera sé si estoy encerrada. Ya no veo ni la oscuridad, estoy en un vacío inmenso. Empezaría a llorar y a gritar si pudiera, pero mi cuerpo no reacciona a nada. Quiero escapar, deseo irme de allí. La oscuridad me acaba absorbiendo por completo, sin darme una respuesta a la pregunta de mi ubicación.

-Despierta, pequeña.

Abro los ojos lentamente para ver un paisaje desolado y un hombre encapuchado ofreciéndome su mano:

-¿Dónde... dónde estoy? -respondo con voz angustiada y llorosa.
-Oh, pequeña, creí que reconocerías el infierno.

dissabte, 24 d’octubre del 2009

Lluvia.

Caminábamos bajo la lluvia otoñal. Las pequeñas gotas de agua caían sobre nuestros paraguas. Cada una de ellas chocaba contra la tela, produciendo un sonido amplificado por la amplitud del instrumento. Nos separaban pocos pasos, pero ninguno habló. El silencio permanecía intacto, ambos pensando en nuestras vidas. Caminábamos al unísono, pero no juntos. Su pelo largo y oscuro le tapaba la cara, impiediendo que pudiera leer sus emociones. Mis ojos iban de la carretera a su barrera de pelo, de su barrera de pelo a la carretera. Desviaba la atención hacia el sonido de las gotas y volvía a mirarle. No tenía la necesidad de hablarle, aunque de todas formas no habría sabido qué decirle. Él pareció no darse cuenta de mi inquietud y seguía su camino con paso firme. A pesar de que habíamos quedado para dar un paseo, estaba resultando bastante monótono y, sin embargo, muy agradable.

Nos paramos enfrente de su casa y, por primera vez en todo el paseo, entablamos una conversación:

-Bueno, ¿qué hacemos: subimos o nos quedamos sentados en el portal?
-No, creo que prefiero subir, aquí hace frío. -bajé la vista, avergonzada de aquellas dos frases que habían supuesto toda la comunicación de la tarde.

Entramos en el portal y subimos las escaleras que daban al rellano del ascensor. Plegamos nuestros paraguas y los sacudimos un poco. Llamamos al elevador. Mientras esperábamos, intenté mirar hacia otro lado, percibiendo claramente su incomodidad al igual que la mía. El ascensor llegó y abrió sus puertas, ambos entramos. Subimos los seis pisos sin apenas mirarnos ni dedicarnos ninguna palabra. Las miradas, tímidas, se evitaban la una a la otra. Seguíamos como un juego implícito en nuestros gestos. Ninguno de los dos intentaba algún ademán patético de mantener una comunicación larga e interesante, puesto que sabíamos que sería inútil.

Finalmente, el ascensor llegó al sexto piso (en lo que a mí me pareció una auténtica eternidad). Entramos en su casa y fui directa a saludar a su madre. Siempre me había llevado bien con ella: era una mujer muy amable. Nos dimos dos besos y me contó cómo se encontraba. Saludé también a su padre, que se encontraba en la habitación de al lado con el portátil, trabajando. Después del protocolo de introducción llegó él. Realizó el mismo proceso que yo y luego me dijo:

-¿Qué quieres hacer ahora? ¿Vamos a la habitación? -me preguntó.
-Claro... tampoco tengo mucha prisa, de todas formas. Vamos .- «Estúpida vergüenza» pensé.

Atravesamos el pasillo que nos condujo hasta su habitación en penumbra. Prendió las luces y se sentó en una silla al lado del ordenador. Yo me quedé de pie, delante de él, esperando una invitación de sentarme o semejante. Me miró fijamente, acto que yo consideré atrevido. Ahora que habíamos acabado con la rutina y el protocolo, ninguno de los dos sabía qué hacer. El silencio, la lluvia que ha cesado, temíamos al reposo. Dirigimos miradas abstraídas hacia derecha e izquierda, evitando tocar el tema principal.

-Y... bueno, ¿qué tal todo? -me preguntó él. «Viva la originalidad» pensé con ironía.
-Pues ya me ves, en tu casa, todo bien, ¿y tú?

No contestó en seguida, de hecho, ni lo llegó a hacer. Se levantó, me abrazó por la cintura y me besó. Sus labios tocaron los míos en una muestra de cariño llena de calidez. Ese beso me llenó por completo, evitando las palabras sobre el tema que no queríamos tocar. La experiencia alargó el tiempo, como en una película, deseando que nunca terminara ese momento. La calma a la que tanto habíamos temido se convirtió en el deseo que ambos habíamos soñado. La lluvia había retomado las aceras, cayendo de las nubes con fuerza.

dijous, 22 d’octubre del 2009

Inconsciencia.

Los humanos, en nuestra totalidad, no somos realmente conscientes de nuestra existencia. No entendemos los miles de millones de años que quedaron atrás, mucho antes que nosotros. No podemos comprender cómo pasa el tiempo, sin detenderse, segundo tras segundo. No comprendemos nada que not enga una explicación, siempre vamos buscando respuestas a las preguntas. Nuestra sed de conocimiento nunca se sacia, pero a la vez, nunca es suficiente.

Nos preocupamos de los grandes acontecimientos: la capacidad del universo, los secretos de la ciencia, el pasado no escrito. ¿Es realmente importante todo eso? Por supuesto que sí, pero en un primer paso deberíamos fijarnos en la existencia individual. Siéntate en un banco de la calle, por ejemplo, o mira por la ventana de tu habitación. ¿Qué ves? Coches, personas, árboles, tiendas, la calle. ¿Comprendes algo, sientes un cosquilleo en el estómago? Ahora imagínate los millones de coches que pasan por la calle, imagínate que se repiten cada día, que forman parte de tu rutina y tú ni tan siquiera les conoces. Imagínate las millones de personas que hay en el mundo y tú, día a día, ver pasar por tu vida cientos de ellas. Imagínate la cantidad de tiendas que se necesitan para abastecer la especie humana y unas de esas permanecen siempre a tu vista. Imagínate los árboles, tantas especies, tan vivos, delante de tu casa, cuando tienen mil lugares donde nacer. ¿Cuántas calles hay? Y tú vives en una de ellas, no en un pueblo, ni en un desierto o un glaciar, vives en una calle de gris acera y negro asfalto. ¿Sientes ya un cosquilleo en el estómago? Sigue pensando en ello, hasta que comprendas la inmensidad del mundo.

La composición de tu cuerpo es fascinante. Hay tantas células, billones de ellas. ¿Has pensado nunca que cada una de ellas podría pensar por sí misma? Claro que no, puesto que desde el punto de vista científico , es imposible. Pero si pudieran pensar, ¿qué dirían? ¿No te sientes amo de ellas? En esencia, viven para ti. Te nutren, porque realmente, no eres dueño de tu cuerpo. Eres compuesto de billones de seres vivos. ¿Puedes creerte uno?

Comenzando por mirar el pasaro y pensar en el futuro, así se compone el presente. Donde te sientas siempre en la plaza, o el parque que pisas cada sábado por la tarde; piensa en ellos. Allí, antes, con otro paisaje pero en el mismo lugar, podría haberse sentado un personaje que hizo historia. Alguien que no fue nadie cuando nació pero que lucho y creó su fama. Y es que el mundo es pequeño y siempre lo compartimos.

¿Has notado un cosquilleo en el estómago? Párate a pensar hasta que sientas que tu mente se mete de lleno y los sentidos quedan eclipsados. Piensa hasta que te metas en el papel. ¿Sientes tu inconsciencia?

dimecres, 21 d’octubre del 2009

Paciencia

He guardado los recuerdos más remotos para ti. Has sido la luz de mis ojos, el calor de mi corazón, el frío de mis inviernos, las hojas caídas de mis otoños. Has sido todo lo que he querido que fueras, he sido todo lo que querías que fuera. Mi vida, tu vida, eran una sola, no había diferencias entre ambas. El amor comenzó cuando lo tuyo y lo mío se convirtió en lo "nuestro". La relación duró tanto, que la costumbre se convirtió en rutina, en el día a día, que se convirtió en la continuidad, la única opción. No recordaba otra forma de vida, otra manera de ver las cosas. La perspectiva no existía en "nuestro" mundo. Creía que todo esto jamás acabaría, pero las creencias no fueron la realidad. Todo acabó.

Tuve paciencia de aguantar malas palabras y miradas de desprecio. Me quedé como un perrito abandonado, sin saber buscar mi amo. Las calles eran todas iguales, sin salidas, sin camino. El mundo era gris, la alegría y la felicidad quedaron atrás. Por más que me preguntara "¿por qué?" la respuesta nunca llegó. Por más que te mirara, te rogara y te llorara, tu cara siempre era de indiferencia y frialdad. ¿Cómo debí de sentirme en ese momento, sin nada a lo que agarrarme? Nunca comprenderás, ni espero que llegues a hacerlo, la paciencia que tuve para aguantar eso. Las malas palabras, las amenazas y la soledad, todo eso, dejó huella en mí.

Ahora me ves , escritora de locuras y lectora de mundos diferentes. No parezco la misma, he crecido. No soy una niña pequeña y asustada, sino una mujer adulta y preparado. Todo lo que pasó, "todo lo que pasó" , las preguntas sin respuesta, me han cambiado. ¿Ves algo a simple vista? Te lo diré claramente: Soy tu peor pesadilla, el mal personificado, y vengo para hacerte sufrir.

divendres, 16 d’octubre del 2009

Simple.

La mente humana se compone de pequeños mecanismos que impulsan al ser a actuar de una forma u otra. Las ruedas giran para hacerte ver que el cielo es azul , y no rojo, y la hierba es verde, y no lila. Las poleas corren por sus cadenas para hacerte comprender lo que está "bien hecho" y lo que está "mal hecho" dentro de una sociedad en común. El ser humano tiene la capacidad de liberarse y ser generoso, abiréndose a un mundo de posibilidades; sin embargo, también puede entregarse a los placeres carnales y al egocentrismo. Los mecanismos te ayudan a decidir qué quieres, porque al fin y al cabo, el mundo humano se estructura por las necesidades agenas y complacencias propias. Aunque, si se piensa bien, no queda tan lejos del animal.

En nuestra sociedad, se ven cosas como correctas o incorrectas. Las ordinarias y tradicionales, generalmente, son las que se consideran correctas; las extraordinarias y extravagantes, son las incorrectas. Las personas pueden abrirse al cambio, buscando siempre nuevas fronteras, nuevas metas; o pueden cerrarse, queriendo conservar la tradición y el estancamiento. Es bueno conservar las tradiciones antiguas, pero también es bueno abrirse a nuevos horizontes. Por eso mismo, podríamos considerar que una persona que viste "extraño" puede mirarse de primeras como algo inadecuado, pero luego aceptarlo, ya que es otra opinión. Con eso, también nombraríamos el respeto del cual carece mucha gente.

El egocentrismo puede llevar a la salvación o a la perdición; la generosidad puede alzar una persona o hundirla. Siempre es mejor ser generoso, ya que das para, quizás, no recibir; pero cuando eres generoso, estás entregándote, dando una parte de ti, y eso no siempre es bueno. Claramente el egocentrismo no es bueno, pero a veces, es el mejor modo de no sufrir ante situaciones apretadas. Si quieres salvarte siempre a ti mismo, serás egoísta, alterna las dos cosas; aunque siempre debe mirarse que, si no puedes ayudarte a ti mismo, ¿a quién vas ayudar?

Los motivos de tal escrito, de tal parrafada y de tantas tonterías, es simple. Como la vida que me rodea y los sentimientos de las personas. Son mis mecanismos los que me impulsan a escribir esto, mis engranajes los que me hacen sentirlo y las poleas, las que me hacen comprenderlo. Es simple.

dijous, 15 d’octubre del 2009

Los recuerdos danzaban en mi interior. No eran desagradables, no eran nostálgicos. Eran alegrías pasados, muchas penas superadas y aventuras que terminaron en su día. Aunque ahora mismo llorara a lágrima viva, no era por tristeza, seguía siendo feliz. Te recordé a ti, sentado en el banco de la plaza, con el sol en plena cara. Recordaba tu sonrisa, tan cálida como los rayos del astro, o quizás más. Recordé tus ojos, tus caricias, tu amor, tu ser... Recordé cada una de las células que me enamoraron. Veía claramente esos días de largos paseos por verdes parques. Notaba cómo el aire me acariciaba el rostro, oía el ruido de las personas hablando a nuestro alrededor y sentía tu mano cogiendo la mía. Nuestros días, nuestros paseos, nuestros susurros, nuestras palabras... todo eso recordé. ¿Me sigues pensando? ¿Sigues amándome? Siempre he querido volverte a ver. Creo que no hace falta mucho... quizás solo unos años más. Aunque no quiera irme, tengo muchas ganas de verte. ¿Todavía me recuerdas?

divendres, 9 d’octubre del 2009

Pasos.

Caminando por la calle. Miro a todas las personas que me rodean. Me paro en un portal cercano: el número 66, vaya, qué gracia con el número. Me siento en el pequeño escalón que da a la calle y me pongo música en el mp3. Sigo mirando las personas andar. Analizo sus pasos y describo su personalidad. Algo se perdió, paso inseguro, paso decidido, lo que lleve la ocasión, lo que es, lo que será. Tantos tipos de pasos como personas en este mundo. ¿Alguna vez te fijaste en los gestos que denotan tu personalidad? Yo sí, siempre.

Soy el observador que decide cómo verte. Soy la persona que se para a analizarte. Te vigilo día a día, escruto tus pensamientos con mi mirada. Soy tu sombra, la luz que la proyecta y la figura a la que pertenece. Soy tú y tu ser. Soy él y su persona. Soy la chica y su personalidad. Lo soy todo sin ser absolutamente nada. Soy el espíritu y el alma. ¿Qué soy exactamente? ¿Alguna vez reparaste en mi presencia? Yo sí, siempre.

Ahora ya te he localizado. He ubicado la presencia de miles de personas, gente que camina al rededor. Te he encontrado. Te estoy viendo. Te vigilo. Ya no te escapas. Mi mirada es severa y mis gestos decididos. Mis pasos son seguros; mi personalidad, definida. Te he estado buscando específicamente a ti y a todos. Te he encontrado a ti y a todos. Esto lo he hecho únicamente por ti, por todos. ¿Me has visto ya? Yo sí, siempre.

Este es el fin de la partida. No sé qué pasará a partir de ahora. ¿Te he hecho pensar con mi discurso o fueron simplemente palabras sin sentido? Te he visto, te he localizado, te he ubicado, te he analizado, he escrutado tus pensamientos. Eres completamente mío, tú y todo tu ser. Ahora tu cuerpo será el mío, tus palabras, mis palabras; tus pensamientos serán compartidos. Olvídate de toda intimidad, de toda felicidad, de todo odio. Me perteneces, eres un esclavo de mis deseos. ¿Aún no entendiste nada? Yo sí, siempre.

Si ahora te dijas, ¿puedes verme ya? ¿puedes sentirme? ¿puedes amarme? ¿puedes odiarme? O quizás... ¿puedes temerme? ¿Deberías temerme?

dimecres, 7 d’octubre del 2009

"A veces, incluso en las noches sin luna, se me aparecía su cara en el cielo. Su contorno perfecto, su blleza pura, su inocencia ingenua. Miraba las estrellas ausentes y veía sus ojos brillando más que nunca. Reconocía sus labios en la Luna negra, sus palabras mudas y sus oídos sordos. El amor por ella era tan grande que mis sentidos quedaban eclipsados. Jamás pensé que pudiera haber otra mujer que aquella, otro amor que el que sentía, otra persona que la que amaba. Nunca imaginé otra vida que la que estaba llevando. Por supuesto, pensar que siempre viviría en un mundo ideal, era un idea estúpida. Aún la recuerdo, esas noches en las que sueño con ella, como la persona más dulce que mi ser haya conocido. Sigo pensando que mi único amor es y será, aunque considere una estupidez seguir en el pasado, Lady Marian. Jamás mi corazón verá otra persona como ella, aún me cuesta creer que la haya perdido. Decidme, Dios, vos que sois sabio y que todo lo sabéis, ¿está Lady Marian bien? No soy más que un viejo loco, que por las noches habla solo, y la poca cordura que mantenía en vida se marchó con la última Luna negra.

Quizás si hubiera muerto, años atrás, ahora vería las cosas de otro modo. Luna nueva, Luna inexistente, ¿sigue viva mi alma?"

dimarts, 6 d’octubre del 2009

Presentación.

¿Por qué decidí hacer este bloc? Nadie lo sabe, ni tan siquiera yo. Si hay algo que sí sé, es que de ahora en adelante será mi pequeño y personal espacio. Me dirijo a un público inexistente y mu exigente, yo misma. Únicamente espero que mi persona lo acepte.

La inspiración nunca fue nada que llegara y se quedara.