dilluns, 7 de juny del 2010
Música.
Se enciende el reproductor de música y una suave voz inunda la habitación. Como un huésped indeseado, con cautela, recorre toda la casa. Primero, visita la cocina y su nevera: nada interesante para comer. Luego, pasa por el baño, comprobando una gotera que acompaña su ritmo. Sigue por los dormitorios, probando cada cama, imaginando cómo se debe soñar en ellas. Se sienta en el sofá y vuelve al lector de «cedés». Suspira. No hay nadie en todo el habitáculo para poderla oír. Esa voz, que canta cada vez que alguien la llama. Esa vocecita, la que alegra las mañanas y duerme por las noches. Se apaga el reproductor de música y la señorita fina se esconde.
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