divendres, 11 de juny del 2010
Volvía a ser esa sensación. Como en caída libre, tu ánimo procesaba tantas emociones, que se desplomaba por su propio peso. No se podía sentir nada más que un dolor muy profundo y arrelado en el pecho. Las lágrimas inundaban los pensamientos, recorriendo las mejillas, las manos, hasta llegar al suelo. Había miles de ellas, miles de millones. La tierra indiferente las abosrbía sin más. Se sentía traición, se sentía odio y mucha mucha añoranza. No quería que todo acabara, y menos por dos palabras estúpidas que no se tomaron como debiera. Una lástima, una auténtica lástima.
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