diumenge, 25 de juliol del 2010

Torpe.

Hace días que no escribo nada. Me he dado cuenta de que mis escritos son puramente personales, sin más que eso. Describen mis sentimientos, mis emociones y mis pensamientos. Mi cabeza trabaja para escribir frases, escondiendo aquéllo que veo con los ojos del alma, y los plasma sobre una pantalla en blanco. Las líneas se llenan de hormoguitas negras, me siento entera y complacida. Generalmente, esto ocurre cuando los sentimientos malos ocupan demasiado espacio en mi corazón. Cuando soy feliz, estoy contenta, puedo demostrarlo. Cuando estoy triste, estoy enfadada, no soy capaz de decírselo a nada. ¿Problemas de comunicación? Tal vez.

Y vuelvo a pensar, de nuevo, comencemos desde cero: ¿qué sientes, Aina? La pregunta aflora entre los pliegues de un pensamiento muy turbio. ¿Qué siento? Ahora miraré dentro: algo me oprime el pecho, me cuesta respirar, estoy angustiada. Punto positivo, "angustia". ¿Qué más? Algo no me gusta, no puedo soportarlo, es algún tipo de enojo. Bien, punto positivo de nuevo, "enfado". Sigue, hay aún. Rabia, dolor, tristeza, melancolía, pena. Sale todo de golpe. Conmigo, puedo hablar. Los demás no son más que un estorbo para la fluidez de mis emociones.

Tú me molestas, joder. Para de meterte en mi camino. Te lo he dicho miles de veces: te odio. Entorpeces mis movimientos, lo entorpeces todo. Ni siquiero te considero una amistad. No eres nada para mí, joder. No te quiero. No, apártate, vete muy lejos, donde no pueda verte. ¡Ahora, lárgate de mi puta vida!

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