El cielo estaba iluminado por solo una estrella. La luz era tan intensa que quemaba mis ojos y mi piel. El mundo giraba en forma de tornado de confusos colores alrededor. La brújula no paraba de moverse, vlviendo loca su aguja. El reloj seguía emitiendo el ruido sordo del "tic-tac" pero su avance se había detenido en una pausa infinita. El aire entraba en mis pulmones pesadamente, rasgaba mi interior y salía sangrando. El quejido de mi corazón era cada vez más débil, amenazando con callarse. Todo era muy confuso. Yo me hallaba allí enmedio, sentada en el húmedo suelo. Parpadeaba para entender algo. Sólo un astro me devolvía la mirada.
Tenía miedo porque conocía el final. Todo acababa con la muerte. Pero todavía temía más no recordar el principio. ¿Dónde estaba? En la tierra hostil, sin Dios ni consuelo. Ni siquiera la pena orpimía mi pecho. Un gran vacío lleno de oscuridad. Mucho miedo. Eso era todo lo que sentía.
Mis últimas palabras son para ti, amor. Porque el cielo ha cruzado la Tierra ante mis ojos para besar el mar. Mi último deseo será conseguir tu felicidad, porque el viento acuna cariñosamente las nubes en mis oidos. Ahora tomaré tu rostro con mis manos, besaré tus labios y, mientras las lágrimas caigan por mis mejillas, te diré que te amo.
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