diumenge, 3 d’octubre del 2010

Desolación.

La chica se dirigió lentamente al punto de encuentro. El corazón le latía a mil por hora, sabía que se estaba equivocando, que bajo ningún concepto debía acudir. Pero lo hizo, sólo para verla a ella. Y esa había sido una de las condiciones "no quiero que tu novio o tu amigo vengan a esta cita, es sólo entre tú y yo". Cuando la vio, sus latidos pronto se hicieron inexistentes, y quedó a merced de alguien que no tenía ni una pizca de buenas intenciones. La saludó tímidamente, aunque se moría de ganas de tirarse sobre ella. La otra chica, por su parte, se alejó un poco y la miró con desprecio. "Es increíble que esté haciendo esto" pensó.

Ambas comenzaron a caminar calle abajo, la chica de pelo castaño admiraba las formas de la chica de pelo negro. Hablaron largo y tendido de cosas que el pensamiento prefiere no analizar. Ella se defendí como podía mientras que la chica de pelo carbón no paraba de decirle toda la culpa que asumía.

-Es por tu culpa. Mi madre me riñó, discutimos porque tú me habías puesto nerviosa. Y con mi mejor amiga tenemos problemas porque está celosa de ti. Y joder, con mi novio, él no quiere que te vea, y tú no insistes más que en quedar. Estoy un poco harta, sólo me causas problemas, en serio. Deberías dejarme un poco .-decía con voz de preocupación.

Siguieron caminando, la chica de pelo marrón contenía los sollozos como era capaz. Al final acabaron sentadas en un banco, hablando, cuando la castaña ya no podía contener más las lágrimas y se derrumbó entre nervios y gritos.

-Oye lo que te decía de mi novio...

De pronto él apareció por la derecha, saltando el respaldo del banco. Y su mejor amigo, pasó tranquilamente por la izquierda, como si no viniera la cosa. Ella se quedó petrificada observando las dos figuras. Ahora se le sumaban otros dos infiernos delante de los cuales no quería llorar. Trató de parar, pero no lo consiguió.

La tanda de bombas que se le sucedieron fue demasiado para que ella, con el cuerpo menudo y las fuerzas agotadas, pudiera resistirlo. Se quedó en el parque, sola y llorando, viendo cómo la gente feliz y las parejas igualmente felices, pasaban sin prestarle ni la más mínima atención.

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