dissabte, 3 de juliol del 2010

Fic Cazadores de Sombras (Magnus y Alec)

-Pero te amo

-Alec, no dudo de tus sentimientos. Mírame, tengo ochocientos años. He conocido mil críos como tú, de veras, no dudo de tus... palabras. Pero esto es serio. Yo te quiero. Te quiero de verdad.

-Yo igual, Magnus. ¿Cuál es el problema?

-Tú eres el problema. La homosexualidad no se contempla entre los cazadores de sombras, ¿por eso eres incapaz de actuar? No puedes contárselo a nadie. Titubeas y parece que te avergüences de nuestra relación; aún más, no reconoces tal relación. Pero yo sí. Y quiero pruebas -repuso el mago con dureza.

-Las tendrás.- prometió el joven muchacho.



Realmente, las palabras adecuadas nunca habían sido su fuerte. Ni siquiera era un excelente cazador de sombras, aún así, su trabajo se le daba medianamente bien. Sabía hablar, incluso, cuando los temas no le incumbían. Pero cuando se trataba de su vida personal, el chico era un desastre. Amaba el brujo, pero no sabía cómo decírselo a su familia. Al final, entre trompicones, dudas y titubeos, consiguió sacar la fuerza necesaria para expresárselo a sus padres. La reacción fue contraria a la esperada: comprendieron. El alivio fue tal que cada músculo del joven se relajó, hasta parecer unos centímetros más bajo que cinco minutos antes. Fin a la historia, o más bien, comienzo de la era feliz. Todo el tiempo del mundo para pasarlo con Magnus.



-¿Contento? -replicó Alec.

-Más que eso, mi amor -el brujo torció el gesto en una sonrisa picarda.

-Podríamos... bueno, podríamos celebrarlo -un destello tímido centelleó en sus ojos azabaches.

En un rápido movimiento, el mago estaba ya enfrente del joven. Comenzó besando su cuello, dulcemente, mientras el cazador se estremecía. Lamió su cuello, desde debajo de la barbilla hasta la clavícula, donde le mordió. El muchacho se estremeció, enrojeciendo violentamente.

-Te veo... apurado -rio Magnus.

Rápidamente volvió a subir por su cuello, con rápidos y difusos besos, hasta pararse al lado de su boca. Mirándole fijamente, sacó la lengua, acercándola peligrosamente a los labios de Alec. Jadeante, el muchacho pasó los brazos por detrás del mago, aferrándolo contra su cuerpo. El brujo le lamió la comisura de la boca, introduciendo la lengua y provocando un éxtasis casi irrefrenable. Mientras se ocupaba de un apasionado beso, colocó las manos encima del torso del cazador, bajando lentamente, acariciándole. Llegó a sus pantalones y, mientras mordía los labios de Alec, le desabrochó los pantalones.

-Eh eh eh eh -jadeó- pa... para.

-¿Qué pasa, pequeño? ¿No quieres jugar? -le desafió Magnus.

-¿Si quiero jugar? -replicó incrédulo.

-Jugar... a esto -la mano del brujo se deslizó bajo la ropa interior del joven muchacho- ¿quieres?

-Lo... necesito -contestó apurado.

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