divendres, 14 de maig del 2010

Ambiente urbano

-El otro día que vi a la Mari, que iba acompañada de Sonia, pues se pararon al mercado, que les chilló una obreba muy muy puerca, y entonces dice que se vieron perseguidas, que yo no me lo creo. Pues ahora Mari está super pesada, y que si duerme conmigo, que si sola no quiero estar, que si pa'rriba que si pa'bajo. Pues el otro día andaban super juntas con la Sonia, así que no sé por qué no se va a dormir con ella, pero bueno. Que si yo te quiero mucho, que si no sé qué. Y así acabó. Eh, ¿me escuchas?

-Claro. Que... por cierto, ¿te acuerdas de dónde para la tienda?

-No me escuchas, te estaba contando algo, y no has entendido absolutamente nada.

-Que sí, que sí. Que Mari se... eso. Sonia que ahora no... bueno, sí que te he escuchado.

-Pero no has entendido nada.

-¡Ay! Me perdí por la mitad, lo siento.

-Nunca te interesas por nada de lo que te explico. Sólo te interesa... ¡no sé ni lo que te interesa!

-Si yo te quiero mucho, ¿no te basta con eso?

Por primera vez, la chica de largo pelo dulcificó su rostro y enrojeció. Normalmente, se mostraba arisca y repelente delante de todo el mundo. Excepto de él, por supuesto. Él era por quien estaba viviendo, en quien pensaba durante las noches, por quien despertaba cada mañana, por quien sonreía. Era su mundo, su pequeño e individual mundo.

-Supongo que sí .-sonrió tímidamente.

-Bueno, ¿te acuerdas de dónde es? .-preguntó el joven moreno.

Él parecía no darse cuenta de nada Actuaba con total naturalidad ante todo. Semejante mujer tenía puesto todo su interés en aquel chico que parecía hacerse el loco. Podríamos decir que lo estaba, tenía sueños utópicos. La gente, de buenas a primeras, le trataba de inútil. Una vez le habían conocido, no podían resistirse a su carisma. El joven ayudaba a todos por igual: buenos o malos, pequeños o viejos, hombres o mujeres. Tenía un gran corazón, una fuerza excepcional y por ello, siempre conseguía rodearse de amigos. Aquel, sin duda, era su mayor poder.

-Pues la verdad es que... no .-se avergonzó ella.

-Ah.. espera -el chico abrió mucho los ojos- no puede ser...

-¿Pero qué...?

Antes de que ella acabara la frase, su amor ya había salido corriendo tras un puesto ambulante de carne asada. El joven podría tener unas grandes habilidades, pero también un punto débil: la comida. Nunca estaba saciado. Eso era uno de los tantos encantos que hacían que la chica de pelo largo se estremeciera. Aunque bueno, para ella, su chico era completamente perfecto.

-¡Carne, carne, carne, carne! ¡La quiero toda! ¡Toda con doble ración de todo! ¡Mejor que sea triple! ¡Ah y quiero... el puesto! ¡Lo quiero todo! .-gritaba entusiasmado él.

-¡Yo te doy de comeeeeeeer, Luffy-kuuuuun! .-canturreaba ella.

-¡Emperatriz Boa Hancock! ¡Tan alto cargo como el suyo no debería servir para dar de comer a un simple joven pirata!.- gritó una voz vieja.

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