divendres, 18 de desembre del 2009

Corazones divididos.

No sabía si seguir amándole o pasar a odiarle. No sabía si tomar el camino fácil o el difícil. Si bien era cierto que me había decepcionado, aún me quedaba mucho amor tras esa cortina de amargura. Quizá me hubiera vuelto fría, calculadora, distante... pero todo lo que había querido dar residía en mi corazón. ¿Que no lo demostraba? Cierto. Los malos momentos habían mellado mi voluntad más de lo que creía. Aunque deseaba darle mi vida, entregárselo todo de nuevo, había algo que me lo impedía. ¿Cuántas veces me pregunté el qué? Muchísimas. Cada día, cuando la noche caía, mi alma descendía con la luz. El dolor regresaba con energías renovadas. Me estaba cansando, agotando.

-Sí, le odio. Quisiera ver cómo su sangre cae lentamente sobre mis manos... y escuchar sus gritos, melodía irresistible. Quiero que me pida clemencia.
-¡Estúpida! Le amas. Eso te pasa, que aun le quieres demasiado. Pero no te preocupes, querida, todo acabará.
-Cuando acabe para mí, también va a acabar para ti.
-¿Y qué? Con ver una sonrisa en su rostro seré feliz.
-Te destrozará...
-...Como ya lo ha hecho contigo, ¿verdad?
-Odiar es mucho mejor.

Mi corazón, dividido entre amar u odiar, se debatía a sí mismo. Las partes de mi ser que aun querían e idolatraban su imagen, iban muriendo. Las demás, las que odiaban y querían matarle, vivían peleándose entre sí. Quizá todo el esfuerzo hecho fuera en vano. Sólo esperé. Seguí esperando.

A pesar de que el tiempo pasó lento y fue duro de superar, ahora todo ha acabado. Por fin, el veneno corre por mis venas. Cuando llegue a mi corazón, éste dejará de latir. Al fin, después de tanto sufrimiento, conseguiré mi merecido descanso.

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