divendres, 11 de desembre del 2009

De nuevo bajo la tumba.

Te esforzaste por ganar un sitio entre ellos. Hiciste tu hueco, con tiempo y dedicación. Con mucha paciencia, excavaste entre las duras rocas de su indiferencia y te instalaste en sus corazones. Lo diste todo por aquellas personas. Las querías, las quieres, las querrás. Reíste con ellas, lloraste por ellas. Ahora están y no están. Todo te pesa demasiado. Sientes cómo la sombra de tu tumba se te echa encima. Intentas llorar, pero las lágrimas se convirtieron en barro. Intentas respirar, pero ya has gastado todo el aire. Intentas gritar, pero no hay nadie que pueda escucharte. ¿Entonces qué puedes hacer?

Te creaste una coraza para protegerte de todo y de todos. Te recubriste de capas y capas de indiferencia ante el dolor. Apaciguaste tu desesperado corazón. Te las arreglaste sólo. Ahora la coraza te está pesando. Las capas ya son demasiado gruesas como para soportar su importancia. Cae sobre tus hombros como el acero de las armaduras. Piensas que ya es suficiente pero estás demasiado aislado. Se te han acabado la paciencia y la fuerza necesarias para continuar con todo esto. Cada vez es más difícil sonreír. Todos te hablan, te acarician, te besan, te adoran. Todo el mundo centra su atención en ti, cada vez más menudo, más desmejorado. Alguien intenta ayudarte, pero apenas ves su rostro entre la borrosidad de tu visión. ¿Has acabado de darte pena ya?

Es injusto, injusto e injusto de nuevo. No hay ni una puta persona que no se ocupe antes de su felicidad que de los demás. Esto recae en ti y en los que son como tú. Escucha un consejo, querido, hártate de una vez. Explota y libérate, porque cada vez será más duro. Vive un poco, que no es tan difícil.

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