-Querido, ¿puedes bajarme esta caja?
-Claro.
Acercó dulcemente las manos al cubo de cartón y lo sujetó con delicadeza, como si dentro hubiera cristal. Se lo pasó a su esposa.
-¿Qué hay aquí? -preguntó él.
-Toda nuestra vida.
Ella abrió la caja como si temiera que los recuerdos escaparan. Se sentó tranquilamente sobre la mecedora y sacó unas fotografías viejas. Los márgenes estaban dentados y mostraban una tonalidad sepia, propia de esas viejas tomas que se guardan con tanto cariño. Había cuatro, sólo. Toda una vida detrás de aquel papel tintado. La primera mostraba un jardín florido en blanco y negro, al medio una niña de pelo rubio reía bajo el sol. Detrás estaban sus padres, jóvenes y de buena salud. El marco de una infancia. La segunda dibujaba dos jóvenes sonriéndose, uno en frente de otro, con los rostros muy próximos. Ellos dos, su matrimonio. Y si te ibas a la siguiente, podías comprobar como esos adolescentes se casaban, vestidos de gala, un precioso día de verano. La última, ya en color, era un paisaje familiar: abuelos, padres, niños. Juntos, para ser guardados en esa pequeña cajita hasta que el tiempo volviera a desenterrarla.
-¿Toda una vida?
-Más que ello .- respondió con sencillez su mujer.
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Oooh, Ka, aquest relat m'ha encantat molt! És molt entranyable!
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